Opinión

Bolívar y Humboldt, el sabio naturalista

“Vuelto a París, Bolívar se encuentra con un hombre que ejerció sobre él una influencia decisiva; no era revolucionario, ni español, ni francés. Un sabio, un gran sabio que con sus propios medios se había hecho su ciencia y su sistema; en fatigosos viajes más que en libros; un alemán que le llegaba como mensajero de América”, escribe el historiador de origen alemán Émil Ludwig en su imprescindible obra titulada El caballero de la gloria y de la libertad, editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1958, tercera edición.

Bolívar y Humboldt, el sabio naturalista

Tras cinco años de exploraciones volvía Humboldt a Europa junto con Bonpland, su discípulo y amigo. Cuando tenía 30 años –al igual que Napoleón– deslumbró al mundo, si bien sólo con sus conquistas llevadas a término, huérfanas de cañones y víctimas. Los grupos intelectuales de París lo agasajaron con un recibimiento triunfal. Era similar al instante en que se exaltaba la violencia y, a la vez, París quisiera corroborar su tradición de “academia del mundo”. Asimismo, arrancarle a Prusia vencida un héroe que sólo a medias le pertenecía, ya que Humboldt era descendiente –por línea materna– de emigrados franceses.

Cuando corrían las mismas semanas de la coronación imperial, París coronó al célebre naturalista, nacido idéntico año que Napoleón. Merced a Humboldt, Venezuela se dio a conocer en escaso tiempo. Contaba 30 años cuando desembarcó en este país, de donde Bolívar acababa de salir. En compañía de Bonpland visitó Humboldt los valles de los alrededores de Caracas, al norte de Venezuela, y la costa oriental desde las Antillas hasta el Ecuador. Remontó el Guaviare, el Orinoco y el Río Negro. Posteriormente, tomando el camino de la costa septentrional, fueron de Cartagena a Santa Fe de Bogotá, pasando dos meses en aquella ciudad, capital del Virreinato. Más tarde, descendieron hacia el sur por Quito, hasta el Perú, y de allí, a Méjico, La Habana y Washington. ¿Su recorrido? 9.000 millas.

¿Y qué expusieron en París aquellos afamados viajeros? Sobre todo, una colección de plantas y de piezas vinculadas a los descubrimientos geográficos, geológicos, etnográficos, climatológicos y zoológicos que habían realizado en América. Tanta era la cantidad de material y documentos, que el sabio naturalista precisó –¡también 30 años!–, a fin de clasificarlos sistemáticamente. Cuando Bolívar le fue presentado a Humboldt durante la reveladora exposición, éste le hizo patente la amabilidad con que lo acogieron en Caracas. En España había logrado cartas de recomendación y a la Corte de Madrid le debía grandes facilidades que le permitieron sus estudios en las colonias. “Nunca manifestó públicamente juicios antiespañoles; pero lo que vio en América era suficiente para hacerle comprender la caducidad del gobierno colonial”, expresa el historiador Ludwig.

Cierto día, la conversación entre ambos rodó acerca de la situación política de aquellos países americanos. “¡Qué magnífica empresa! Los hombres están maduros para ella; pero, ¿dónde hallar uno suficientemente fuerte para que la conduzca a buen término?”, le manifestó Humboldt a la conciencia de Bolívar, a quien lo dejó muy pensativo.