Opinión

Aconteceres de Miranda y Bolívar en Europa y América

“Pues todo esto ocurría en época de los Borbones y del gran poderío de España. Aun por Turquía y Egipto peregrinó Miranda, hasta el momento en que se incorpora a la Gran Revolución y combate como general francés a las órdenes de Dumouriez. Cuando éste se pasa al enemigo, Miranda se separa de él en medio de la batalla y, acusado de alta traición, obtiene una brillante absolución, después de un formidable proceso. El pueblo lo llevó en triunfo hasta su habitación. El general Miranda, héroe militar de dos continentes, amante de la zarina, la emperatriz Catalina la Grande, y de la libertad, era célebre en el mundo entero”, leemos en las páginas de la imprescindible obra titulada Bolívar. El caballero de la gloria y de la libertad, editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1958, tercera edición, cuya autoría corresponde al historiador de origen alemán –nacido en Breslau en 1881– Èmil Ludwig.

Aconteceres de Miranda y Bolívar en Europa y América

No sería en vano recordar que Nariño y demás precursores llegaron a París en pos de ayuda, tal como Lafayette lo había realizado antes. He ahí cómo Miranda se convierte en el aglutinador de aquel grupo. Por otra parte, los jesuitas expulsados visitaban a menudo a este librepensador, de suerte que parece ser el autor –o, por lo menos, el editor– de la afamada carta de los jesuitas ‘A los americanos españoles’. A causa de sus reuniones y armas, fue sospechoso; arrestado por el Terror, estuvo año y medio en prisión. Liberado a la muerte de Robespierre, retornó a su vida parisiense con renovada energía y entusiasmo.

Después de haber fracasado en sus planes por quinta o, tal vez, sexta vez, Miranda volvió a Inglaterra con honda desazón. Bolívar no tomó parte en estas empresas militares y liberadoras. Había regresado a Venezuela al poco tiempo de la derrota de Miranda. Según parece, pese a la proximidad de los países europeos, no se estableció entre ambos relación alguna. “Las consecuencias de la tentativa –señala el historiador Ludwig–, como podía verlo a su alrededor, no eran para decidirlo a cumplir su juramento del Monte Sacro. Miranda fue ejecutado en efigie en la plaza principal de Caracas, y su proclama quemada por el verdugo. El movimiento revolucionario estaba extinguido, parecía imposible revivirlo”.

Ya en Caracas, a Bolívar se le buscaba por su amena conversación, relacionada, como es natural, con los avatares acaecidos en distintos países del continente europeo. Admirado por las encantadoras caraqueñas, Bolívar exhibía los bailes y las canciones de moda de París. Acaso era un “magister elegantiae”, a la manera de un mítico latino “Petronio”. En la capital –tan sólo contaba con 10.000 habitantes–, ¿qué otras distracciones podían atraerlo? El hecho es que Bolívar se encuentra en buena situación respecto de las autoridades españolas, hasta que un día se levanta de la mesa y brinda por la independencia de América. El gobernador le dirige una carta instándolo a quedarse algunos días en sus tierras.

Ahora bien, mientras tanto, ¿qué acontece en Europa? Napoleón, en pleno apogeo militar, había sometido a Prusia, depuesto al rey en Nápoles, al Papa en Roma y echado de Lisboa a los Braganzas.