Opinión

Voces de África

“Nadie se desembaraza de un hábitoo de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que hacerlo por la escalera, peldaño a peldaño”Mark Twain–Que estos indígenas son flojos y resisten poco las faenas pesadas, sobre todo en las minas, que se les revientan los pulmones después de un mes de
“Nadie se desembaraza de un hábito
o de un vicio tirándolo de una vez por
la ventana; hay que hacerlo por la escalera,
peldaño a peldaño”
Mark Twain

–Que estos indígenas son flojos y resisten poco las faenas pesadas, sobre todo en las minas, que se les revientan los pulmones después de un mes de trabajo... - dijo el Comendador, con gesto agrio y contrariado.
–No se le dé nada, su merced - respondió el escribano, pues los ingleses, en esto, nos acaban de echar una mano... No en balde son piratas y ladrones, y la felonía les aguza el ingenio... Están comenzando a traer negros desde África, para sus plantaciones de algodón, porque resisten como nadie la canícula. En cuanto a trabajos arduos, poseen el triple de fuerza que la de estos indios miserables y el doble de la de los blancos, exceptuando, quizá, a vascos y gallegos...
–Sí, escribano, estoy enterado de tales novedades, pero me preocupa que estos primitivos se mezclen con nuestras incipientes poblaciones nativas, incluso con los criollos, y produzcan una raza híbrida de poca inteligencia y de acendrados vicios...
–No ocurrirá, Comendador, si tomamos las providencias necesarias y les impedimos el contacto carnal más allá de sus propias mujeres...
–Eso nunca es seguro, porque ha de saber usted, escribano, que estos negros del África poseen asombrosa virilidad y se reproducen como conejos.
–Miel sobre hojuelas, Comendador, porque les haremos proliferar para gloria y utilidad del Rey nuestro señor...
Ya conocemos la historia de lo que vino luego de tan atinadas reflexiones. África vació sus aldeas de occidente y sus tribus se vieron diezmadas por la peor de las pestes de que se tenga memoria: el hombre blanco europeo, encarnado en ese empresario feroz que se llamó “tratante de esclavos”. Oleadas de negros arribaron a las costas de América del Norte y de América del Sur. No fue fácil el arraigo y hubo que discriminar comarcas enteras, porque el clima frío no favorecía a los hijos del sol radiante. Pero las colonias inglesas del sur fueron –si no la Tierra Prometida– sí el territorio ideal para una rápida adaptación: Virginia, Louisiana, Arkansas, Tennessee, Kentucky, Nueva Orleans y las pródigas tierras que riega el gran río Mississippi en sus casi cuatro mil kilómetros de recorrido... Con el correr del tiempo y la fuerza vivificadora de sus muertos, los afroamericanos se irían adaptando a climas más rigurosos, extendiendo su influjo de mano de obra barata hacia los territorios del norte, constituyendo importantes núcleos de población.
Al sur del continente americano, en las vastas zonas del Caribe, Centroamérica, Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador, los hombres de África se sumaron a las faenas del agro y de la minería, fundamentalmente, integrándose a las incipientes sociedades. En el Brasil, la mezcla étnica fue rápida e intensa, dando paso al mestizaje masivo, con características distintas a la experiencia de los Estados Unidos de América, con mejores resultados adaptativos y de inserción en la cultura luso-brasileña, a la que aportaron muchos elementos de sus culturas originarias: cosmogonías, creencias animistas, rituales, credos religiosos, como el del Islam, que habían abrazado en las regiones africanas que estuvieron bajo dominio e influjo musulmán. En el caso de la lengua portuguesa, incorporaron giros idiomáticos y vocablos nuevos que hacen del brasileño un idioma cada vez más alejado del portugués europeo. Las huellas africanas en la música del Brasil, Centroamérica y el Caribe son significativas. La creación del jazz, en Nueva Orleans, y de otros ritmos y formas musicales, evidencia la asombrosa vitalidad de las etnias que arribaron como simples esclavos desde ese continente aún hoy pobremente conocido por los occidentales de Europa y de América.   
Desde la Proclamación de la Emancipación, impulsada por Abraham Lincoln, en 1863, y la Decimotercera Enmienda Constitucional, en 1865 –año del primer magnicidio estadounidense en la persona del Gran Leñador– han corrido bajo los puentes del mítico Mississippi las aguas procelosas del racismo y la discriminación. Siglo y medio después se produce el prodigio y resulta electo un afroamericano, Barak Obama, ante el asombro y la expectación del mundo. En medio de una crisis global sin precedentes (según los gurúes del capitalismo), el nuevo Presidente del imperio del Norte enfrenta enormes desafíos. Quizá los sectores progresistas esperen demasiado de él, dado que la presidencia de la nación más poderosa de la tierra se encuentra constreñida por una estructura de mando que no permite gran despliegue de facultades a su cabeza de gobierno, pero, sin duda, se abren las ventanas a una nueva esperanza que aviente los aires del intervencionismo exterminador de Bush y sus adláteres.
Nosotros, iberoamericanos, hijos de la emigración y del mestizaje, celebramos el triunfo de Obama, aun con las prevenciones y cautelas a que nos tiene acostumbrados el Tío Sam, el del Big Stick y la metralleta bajo el brazo...
También cabe preguntarse: ¿Es imaginable que en España o en Francia accediera al poder un hijo de Marruecos o de Mozambique? Puede que nos respondan, morosamente, las voces milenarias y entrañables de África, porque sus tambores siguen repicando en la misteriosa noche de selvas y sabanas interminables.