Opinión

Triste Mediterráneo

Tras Grecia e Irlanda, Portugal se ha convertido en el tercer país de la Unión Europea (UE) en solicitar a Bruselas un rescate financiero a su economía. Este escenario parecía inevitable desde hace meses, ante el nivel de riesgo de la deuda portuguesa y su elevado déficit público, que ha provocado la renuncia del primer ministro socialista José Sócrates y el llamado a elecciones anticipadas.
Tras Grecia e Irlanda, Portugal se ha convertido en el tercer país de la Unión Europea (UE) en solicitar a Bruselas un rescate financiero a su economía. Este escenario parecía inevitable desde hace meses, ante el nivel de riesgo de la deuda portuguesa y su elevado déficit público, que ha provocado la renuncia del primer ministro socialista José Sócrates y el llamado a elecciones anticipadas.
Las presiones se aceleran ahora en otros contextos. España es uno de los principales inversores y socios comercial y financiero de Portugal, por lo que la crisis económica portuguesa y el rescate solicitado a la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI), incrementa las preocupaciones sobre la economía española, más ahora con los elevados niveles de desempleo (rozando el 20 por ciento) y una recesión económica que también tiene efectos políticos: El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ya anunció que no se presentará a la reelección en 2012.
El rescate portugués está calculado en aproximadamente 75.000 millones de euros, aunque las calificadoras de riesgo lo incrementan a 90.000. A Lisboa le espera un draconiano programa de ajuste macroeconómico que reducirá aún más las hasta ahora importantes reducciones en el gasto social. El fracaso del gobierno de Sócrates y la oposición conservadora del PSD para alcanzar un acuerdo sobre un quinto programa de ajuste presupuestario, colocó a Portugal al borde del abismo financiero y a la inevitabilidad del rescate.
El caso portugués intensifica las preocupaciones sobre la economía europea. Grecia e Irlanda siguen estancadas en una espiral de recesión económica que, seguramente, se reproducirá en Portugal. Islandia está experimentando una inédita revolución social y política, alentada por el default financiero de su sistema bancario y un modelo financiero sumamente especulativo, en el cual intervinieron bancos británicos y holandeses.
Con una guerra en Libia, en plenas fronteras mediterráneas, y el consecuente encarecimiento del petróleo y agravamiento del problema de la inmigración ilegal desde el Norte de África, Europa se sumerge en una arriesgada espiral de crisis económica y convulsión política, que puede dar curso a un inmediato vuelco electoral para algunos gobiernos. Un ejemplo ya se presentó tras las reciente victoria electoral socialdemócrata y de la izquierda ecologista en el länder alemán de Baden-Württemberg, el más rico y uno de los más industrializados del país, lo cual constituyó una clara advertencia para la conservadora canciller Ángela Merkel, con claros síntomas de descontento por las políticas económicas e, incluso, por la política nuclear: en este länder nació, precisamente, el partido ecologista alemán Los Verdes.
Corren tiempos de austeridad y rescates financieros en Europa, donde los controles y el proteccionismo pueden ser la tónica. Portugal ya comenzará a sentir sus efectos, anteriormente presentados en Grecia e Irlanda. Mientras, se multiplican las apuestas por quién será el próximo en el turno de rescates.