Opinión

Serbia

La primera vuelta de las elecciones presidenciales serbias dieron ganador al Partido Radical, cuyo proyecto nacionalista vincula un camino diferente al de la Unión Europea, la recuperación de la ‘patria histórica’ serbia, incluyendo Kosovo, el fortalecimiento de los lazos con ‘hermanos históricos’ como Rusia y Bielorrusia y la defensa de personajes como Vojislav Seselj y Ratko Mladic, juzgados y buscados por la justicia internacional por
La primera vuelta de las elecciones presidenciales serbias dieron ganador al Partido Radical, cuyo proyecto nacionalista vincula un camino diferente al de la Unión Europea, la recuperación de la ‘patria histórica’ serbia, incluyendo Kosovo, el fortalecimiento de los lazos con ‘hermanos históricos’ como Rusia y Bielorrusia y la defensa de personajes como Vojislav Seselj y Ratko Mladic, juzgados y buscados por la justicia internacional por crímenes de guerra en las guerras balcánicas de los noventa.
El líder del Partido Radical, Tomislav Nikolic, superó por cuatro puntos porcentuales al actual presidente Boris Tadic, del Partido Democrático, el candidato apoyado por la Unión Europea. A falta de una segunda y decisiva vuelta prevista para el 3 de febrero, la participación fue del 61%, lo cual no deja dudas sobre la legitimidad del resultado.
A Serbia habrá que darle el justo tratamiento que la historia normalmente tarda en otorgar. El sufrimiento bosnio, croata, albano-kosovar y de otras nacionalidades de la extinta Yugoslavia dejó a los serbios huérfanos de la comprensión internacional, culpabilizándolos del drama balcánico.
La desintegración yugoslava aisló a Serbia en una región explosiva que, dentro de pocos meses, se prepara para recibir un nuevo país, Kosovo, la cuna histórica de los serbios, cuya independencia ya cuenta con el aval europeo y estadounidense.
En Occidente resulta lógica la alarma por la casi anunciada victoria de Nikolic. No obstante, el candidato ultranacionalista moderó un discurso electoral en principio radicalizado ante la posibilidad de la pérdida de Kosovo. Muchos consideran que Nikolic moderó el discurso al contar con el apoyo de asesores electorales estadounidenses, los mismos que, paradójicamente, asesoran al no menos radical e independentista líder kosovar Hashim Thaci, ex cabecilla del Ejército de Liberación de Kosovo.
Este escenario obliga a concentrar la mirada en los serbios. La dureza de las sanciones internacionales en los noventa dejó un país semiaislado, receloso con el exterior, donde conseguir un visado para el extranjero es una odisea. La corrupción y las mafias se adueñaron del país, demasiado ocupado en buscar el anhelado cambio y la estabilidad, mientras la desintegración yugoslava comenzó a dar paso a la casi desintegración serbia.
La juventud que se rebeló y acabó con el régimen de Slobodan Milosevic en el 2000 dio paso a una generación desangelada y sin perspectivas, atenazada en un país que poco le podía ofrecer y en un mundo exterior que nunca los comprendió.
A pesar de la notable participación, la apatía electoral y política es patente entre los serbios, desconfiados con lo que tienen y que no ven con tanto entusiasmo a la Unión Europea.
La segunda vuelta electoral dejará muchos escenarios abiertos. Es muy probable que Europa comience una ambiciosa campaña a favor de Tadic que desprestigie y acorrale a Nikolic. Pero los resultados pueden ser contraproducentes, tomando en cuenta que el descontento serbio es más con el exterior.
Todo ello puede manifestar en una nueva victoria de los remodelados ultranacionalistas, obligando a Bruselas a varias sus cartas políticas. Es por ello que Europa deberá medir su posición con sutileza y ponderación, a fin de no cometer otro de sus tradicionales errores históricos en los Balcanes.