Opinión

Quellón, comarca sin auxilio

“Voy pa Quellón, voy pa Quellón, en busca de un nuevo amor…” (1)Quellón es un pequeño puerto marinero y pescador, ubicado al extremo sur de la Isla Grande de Chiloé –la Nueva Galicia de nuestros antepasados–.
Quellón, comarca sin auxilio
“Voy pa Quellón, voy pa Quellón, en busca de un nuevo amor…” (1)

Quellón es un pequeño puerto marinero y pescador, ubicado al extremo sur de la Isla Grande de Chiloé –la Nueva Galicia de nuestros antepasados–. Según su etimología, en lengua mapuche, Quellón sería “lugar de auxilio”; quizá esto provenga del abrigo natural de su bahía, donde arribaban las embarcaciones procedentes del Mar de los Canales, en tiempos remotos de la Conquista, para evitar a los piratas de la ‘pérfida Albión’.
En su viejo muelle desembarcó, hace sesenta años, nuestro querido Eduardo Blanco-Amor, después de larga travesía por los intrincados cauces del austro (“envericuetados canles”, escribió Ramón Suárez Picallo), bajo fuertes tempestades que le hicieron desfallecer en su camarote, para recobrarse cuando el pequeño barco entraba en la rada. El ilustre orensano creyó que había muerto y que su alma navegaba, en pos del último regreso, por la ría de Ortigueira… Se repondría de aquel pasmo espectral con los sabrosos mariscos de Chiloé y con el blanco vino chileno.
No obstante que su provincia ocupa un tercio de la superficie total de la isla, Quellón posee poco más de veintidós mil habitantes, en su inmensa mayoría dedicados a las faenas de pesca y acuicultura. Hoy, más de la mitad de la población se encuentra cesante (en paro) por el cierre de las empresas salmoneras que operaban en la comarca. Un problema social de graves connotaciones, provocado, esencialmente, por la irresponsabilidad en el manejo de los recursos de explotación salmonífera de parte de las empresas, lo que generó un desastre ecológico de incalculables proporciones.
Hace poco, el New York Times dio a conocer una investigación de la Agencia para la Alimentación y los Medicamentos que revela el uso de químicos, prohibidos en Estados Unidos, administrados a los salmones criados en Chile, confirmando la utilización indiscriminada de antibióticos en la industria salmonera –lo que es denunciado desde hace décadas por organizaciones ambientalistas– dejando así en evidencia la ineficiente normativa y fiscalización chilenas, amén de la incuria e inescrupulosidad de los empresarios salmoneros, quienes, en la última década, acumularon cuantiosas ganancias, pese a que sus trabajadores perciben salarios miserables y trabajan en precarias condiciones sanitarias y de seguridad… Estos sátrapas del siglo XXI son aprovechados alumnos del capitalismo salvaje. Hoy, después de la catástrofe provocada por su ineficiencia con ribetes delictivos, acuden al gobierno central en procura de apoyo, claman a ese “estado interventor” que suelen denostar, a través de sus partidos políticos de la Derecha chilena, cuando sus negocios navegan viento en popa.
Las letales sustancias químicas fueron encontradas en muestras de las empresas Cultivadores de Salmones Linao, Aquachile y Alimentos Cuisine Solutions, según informa The New York Times. Flavia Liberona, directora de la ONG Terram dice: “Los resultados de los estudios de la FDA constituyen otro ejemplo más de las malas prácticas que desarrolla la industria salmonera chilena. Las regulaciones ambientales son insuficientes y su fiscalización muy débil, ya que no permiten siquiera detectar en el origen la línea de producción donde ocurrieron los malos manejos. La normativa chilena no está a la altura de una industria de este tamaño. Todas las sustancias detectadas se usan en forma indiscriminada en Chile, y causan daños ambientales y a la salud humana. No es posible que se argumente que este tipo de problemas es consecuencia del crecimiento de la industria. Por el contrario, ocurren por la debilidad regulatoria y la mala fiscalización, que ha sido el caldo de cultivo para malas prácticas laborales y ambientales, fuente principal de las excesivas ganancias de la industria salmonera”.
Cabe destacar que el salmón es una especie introducida en nuestro país y que, al liberarse accidentalmente en el ecosistema marino, genera graves impactos en el medio ambiente. Diversos estudios científicos han documentado casos de depredación de especies nativas o de organismos que les sirven de alimento, la cruza con peces nativos, y la transmisión de enfermedades a peces silvestres. Así, en las antes prolíficas aguas de los canales chilotes, existieron peces como el róbalo, de carne blanca y exquisito sabor, el pejerrey marino, hoy casi extinguidos por el feroz salmón. La pesca artesanal es una actividad también muy afectada por este descontrolado proceso.
En varias zonas de la Región de Los Lagos, se aprecia hoy un panorama desolador. Aguas infestadas por millones de peces muertos, en peligroso estado de descomposición, cuyas emanaciones afligen a miles de pobladores modestos, casi en absoluta indefensión, porque el Estado se preocupa más del “impacto internacional financiero” y de las consecuencias estadísticas para el manejo económico del modelo, que de los padecimientos de quienes carecen de voz y de real poder político. (Y es que éramos los primeros productores de salmón del mundo; un galardón que hoy resulta triste y precario).
A la postre, no sabemos quiénes son más feroces, si los empresarios salmoníferos o los propios salmones, aunque estos últimos sólo luchan por su vida y carecen por completo del artero móvil de la codicia.

(1) Canción popular de Chiloé, con aires musicales de la remota Vigo.