Opinión

Pues este año tampoco

Si tuviera que ablandarme y felicitar el año a los lectores de este semanario en el que escribo desde hace más de quince años, lo dedicaría a los gallegos de lo que llamo ‘el exilio americano’, que en mi opinión encarna la emigración más simbólica, dolorosa y desarraigada.

Si tuviera que ablandarme y felicitar el año a los lectores de este semanario en el que escribo desde hace más de quince años, lo dedicaría a los gallegos de lo que llamo ‘el exilio americano’, que en mi opinión encarna la emigración más simbólica, dolorosa y desarraigada. Son los que marcharon embarcados desde los muelles de Vigo hacia América a toda prisa, unos empujados por el hambre y otros por una dictadura franquista que hoy sigue dando coletazos en forma de memoria histórica. Son los que, por muchos años que pasan, siguen heridos de muerte por el desarraigo. Los que emigran actualmente o los que lo hicieron por Europa escogen: sentirse como un gallego sin complejos en el extranjero o identificarse como ciudadano pleno de su país de acogida. Los del exilio, que te colman de desbordante afecto y atenciones cuando hablas con ellos en sus asociaciones de La Habana, lo tienen todo y sienten que no tienen nada, ni de acá ni de allá. Por eso se congregan y extreman sus relaciones entre ellos, como una prolongación de la aldea de la que salieron. También debería recordar a una lectora que, hasta sus últimos días, cada año trató de ablandar mi ateísmo, impenitente gracias a dios, con una larga y cariñosa carta acompañada de profusa documentación sobre los misioneros católicos en África. Ahora ya puedo decir, querida señora, que yo imaginaba a esos misioneros en posturas poco evangelizadoras con el botafumeiro tieso pendulando sobre unas pecadoras del Camerún. Hay una niña, tengo que decir, que hoy cumple seis años, que se llama Carmiña y que es la única rapaciña del mundo que con una simple mirada o una caricia me derrite, me endulza y me torea al extremo de poner en riesgo mi buena fama de ogro duro en ‘Galicia en el Mundo’. Hace un par de días se sentó en mi regazo, me agarró los mofletes con sus manitas y me dijo “tío Lolo, a mí no me importa que no creas en los Reyes Magos”. Así que, al carallo, si una criatura mágica de seis años encaja esto, cómo voy a dejar pasar la ocasión de despreciar e insultar a los adultos que creen en el rey de España, que lo único que hace es repetir el mensaje dictado por el PPSOE para mantener y proteger este sistema corrupto que sólo beneficia a las grandes empresas y a los dos grandes partidos. Ya ven que no puedo acabar el año de otro modo, amigos.