Opinión

Las primeras máquinas de escribir en Italia y Francia

“Aunque el primer invento registrado y llamado máquina de escribir fue producido por el húngaro Wolfgang Kempelen, superintendente del estado de Minsa, inventor, poeta, científico, artista, arquitecto y lingüista que dominaba nueve lenguas.
Las primeras máquinas de escribir en Italia y Francia
“Aunque el primer invento registrado y llamado máquina de escribir fue producido por el húngaro Wolfgang Kempelen, superintendente del estado de Minsa, inventor, poeta, científico, artista, arquitecto y lingüista que dominaba nueve lenguas. Entre sus numerosos inventos destacan un autómata jugador de ajedrez, una máquina de hablar y una máquina de escribir que escribía el alfabeto alemán con una tipografía clara y con espaciados, que seguirá en uso a principios del siglo XIX”, nos aleccionan David Barro y Alberto Sirvent en su documentado estudio Typewriter. La historia escrita a máquina, que podemos leer en el volumen editado por la ‘Xunta de Galicia’ al calor de la Gran Exposición de la ‘Colección Sirvent’ en la ‘Cidade da Cultura’, situada en Monte Gaiás, en Santiago de Compostela, cuya fecha de clausura ha sido prorrogada hasta el 8 de enero del venidero 2012.
Aparte de la máquina de Turri, también en Italia aparecen otros inventos. Tal es el caso del taquígrafo de Pietro Conti de Cilavenga, en 1823, cuya patente correspondió a la Academia Francesa. Denominado así a causa de la fusión del término griego “tachos” (velocidad) y “graphein” (escribir), el taquígrafo de Conti escribía de forma rápida y clara. E igualmente lo hacía una máquina de teclas ideada en 1830 por un artista italiano nombrado Galli y que, tras ser presentada en Inglaterra, mereció las siguientes palabras en el periódico The Times: “Una pieza muy ingeniosa ha sido inventada por un joven caballero italiano llamado Galli, ahora en nuestro país. Uno de sus objetivos es permitirnos escribir más rápido que ningún otro sistema y realizar al mismo tiempo muchas copias legibles de un discurso. Se toca con los dedos, como un instrumento musical y el manuscrito es sacado de un cilindro durante el discurso de la escritura. Utilizándola, un libro puede ser copiado mientras el lector lo recita y tan rápido como puede ser leído”.
Asimismo en Italia, Giuseppe Ravizza construyó el ‘Cembaloscribano’, una máquina que es considerada la más perfecta hasta la muy posterior fabricación y comercialización de la renombrada Remington. Conviene recordar que Ravizza inventó y experimentó con diecisiete modelos diferentes de máquinas de escribir desde 1832. Más tarde, en 1855, recibió una patente para producir una máquina de escribir con teclas; también fue uno de los que hizo uso práctico de la cinta de tinta transportable, capaz de moverse a lo largo y a través, empleando cada parte de la superficie entintada. Guiseppe Ravizza no logró, sin embargo, que se hiciera la producción de ninguna de sus máquinas: se afanó únicamente en vender aquellas que él mismo había construido. De modo que, en 1883, solicitó una patente y por ella pudo constatar que casi todas sus ideas originales ya habían sido incorporadas a máquinas norteamericanas, sobre todo en el modelo número 2 de Remington, ya producida comercialmente.
Si ahora atendemos a Francia, de igual manera, en la década de 1830, sobresalió Xavier Progin –un impresor de Marsella–, quien imaginó una máquina que por vez primera incorpora el uso de líneas de linotipia operadas por palanca y que convergían a un centro de impresión común. Una máquina patentada a la cual se la puede juzgar como una de las primeras de uso generalizado, sin diferir mucho de lo que después nos ofrecería la Remington.