Opinión

Las primeras ‘Compañías’ y ‘modelos’ de máquinas de escribir

“La década de 1890 fue el período de mayor biodiversidad en el ecosistema de las máquinas de escribir. Se concedieron cientos de patentes y docenas de compañías, sobre todo estadounidenses, competían por hacerse un hueco en este mercado en expansión.
Las primeras ‘Compañías’ y ‘modelos’ de máquinas de escribir
“La década de 1890 fue el período de mayor biodiversidad en el ecosistema de las máquinas de escribir. Se concedieron cientos de patentes y docenas de compañías, sobre todo estadounidenses, competían por hacerse un hueco en este mercado en expansión. Había máquinas que utilizaban barras de tipos, segmentos oscilantes y ruedas de tipos, máquinas con teclados dobles, teclados de cuatro, tres o dos filas, o incluso máquinas sin teclado (máquinas de escribir baratas de tipo ‘index’ en las que el usuario tenía que seleccionar una letra en un índice y luego realizar una determinada acción para imprimirla); máquinas con diferentes sistemas de entintado, con cintas, con almohadillas, con rodillos, con máquinas caras por 100 dólares y de juguete por 1 dólar. La mayoría de estos modelos fueron fracasos en aquella época y ahora son tesoros peculiares para coleccionistas”. De este modo escribe el estudioso Richard Polt mediante su monografía cuyo título es El auge, la decadencia y el renacimiento (?) de la máquina de escribir en el libro editado por la ‘Xunta de Galicia’ y la ‘Consellería de Cultura’ con ocasión de la destacada Muestra Antológica de carácter industrial bajo el epígrafe de Typewriter. La historia escrita a máquina. Colección Sirvent que se encuentra a disposición del público en la ‘Cidade da Cultura’ en Monte Gaiás de Santiago de Compostela, abierta desde el 24 de junio al 10 de octubre, incluso prorrogada hasta el próximo mes de enero de 2012.
En esa postrera década del siglo XIX se experimentaba dentro del sector con novísimos “procesos de producción y materiales”, como el aluminio y la goma endurecida. El más señalado reto técnico, sin embargo, para los inventores de la época fue lograr una “alineación duradera y una buena e inmediata visibilidad del texto escrito”. Es preciso recordar que la Type Writer de Sholes y Glidden, la Caligraph y muchas otras de las primerísimas máquinas constituían dispositivos de escritura “oculta” que escribían en la parte inferior del rodillo, de suerte que para ver el resultado había que alzar el carro. En 1896 –ya con la Oliver– se alcanzó una solución “parcial” a este escollo: sus barras de tipos golpeaban lateralmente hacia abajo en vez de abajo a arriba.
El mayor avance, empero, fue el diseño de “impresión frontal” aplicado por vez primera en la Daugherty, en 1891, perfeccionado más adelante en la celebérrima Underwood, diseñada por Franz X. Wagner y comercializada en 1896. El caso es que la Underwood obtuvo tan alto éxito que al cabo de unas pocas décadas la mayoría de las máquinas de escribir habían adoptado su modelo de “impresión frontal con barras de tipos, teclado de cuatro filas y una tecla de mayúsculas, con sistema de entintado mediante tinta”.
Si avistamos el horizonte del próximo pasado siglo XX, hemos de considerar que sólo cuatro compañías habían conseguido sobrevivir a la fortísima competitividad de los anteriores años al igual que a las dramáticas dificultades de la guerra. Remington, Underwood, Royal y Smith Corona ejercían su soberanía en cuanto a la fabricación de máquinas de escribir en Estados Unidos. Entre tanto, este invento se expandió por Europa; sobre todo, en Alemania, donde se crearon muchas fábricas durante las primeras décadas del siglo. De entre aquellas pioneras compañías alemanas, citemos las ‘Adler’, ‘Triumph’, ‘Continental’, ‘Torpedo’ y ‘Olympia’.