Opinión

‘Nosa Señora da Lanzada’ y el rito de la fertilidad

‘Nosa Señora da Lanzada’ se halla situada en la parroquia de Noalla, arciprestazgo del Salnés, Ayuntamiento de Sanxenxo, en la provincia de Pontevedra. La ermita –marino tesoro– canta en una reducida península, otrora una isla y más tarde tómbolo, geografía que ahora separa las dos playas de A Lanzada y la de ‘A Virxe’ o de ‘Nosa Señora’.
‘Nosa Señora da Lanzada’ y el rito de la fertilidad
‘Nosa Señora da Lanzada’ se halla situada en la parroquia de Noalla, arciprestazgo del Salnés, Ayuntamiento de Sanxenxo, en la provincia de Pontevedra. La ermita –marino tesoro– canta en una reducida península, otrora una isla y más tarde tómbolo, geografía que ahora separa las dos playas de A Lanzada y la de ‘A Virxe’ o de ‘Nosa Señora’. Acá mismo hace mucho tiempo estuvieron las salinas que otorgaron su nombre a la comarca de ‘O Salnés’, cuya celebridad se debe además a su esplendente hermosura y a la generosa riqueza de sus vinos del ‘albariño’.
“Algunos de los moradores de aquel país entraron en aquellas aldeas, las arrasaron y en sus alrededores abrieron salinas. Supiéronlo el Conde Don Pelayo y la Reina Doña Aragonte, hijos de Don Gonzalo y Doña Teresa; se personaron en el sitio, embargaron las salinas, y prendieron a los insolentes usurpadores y los presentaron a una Junta o Jurado, en que presidían el Obispo Sisnando y la Condesa Ilduara que tenía la Torre Lobeira y Menendo Menendis que gobernaba aquel territorio, quejándose al mismo tiempo del atropello que aquellos villanos acababan de cometer”. Así leemos en las páginas escritas por López Ferreiro a mediados del siglo X aquellos sucesos acontecidos. “Las salinas eran diez”, continúa, “y a propuesta de Sisnando se hizo de ellas la distribución siguiente…”. En este pequeño monte existió un faro de mucha antigüedad, hipotéticamente fenicio y después utilizado por los romanos. El obispo Sisnando ordenó levantar un fuerte para defender el territorio del Salnés y, a la vez, del de Santiago de Compostela. Destruido por los árabes, pronto fue reconstruido, y más adelante derribado por ‘Os Irmandiños’. Sus ruinas todavía hoy son visibles y su torre acaso sería semejante a la de las ‘Torres do Oeste’, en Catoira, vinculada a la invasión viquinga en Galicia, en tierras de Pontecesures.
Enclave de la cultura ‘castreña’, henchido de misterio en las ondas del mar que acarician su arenal. Cristianización de vetustos cultos paganos dedicados a las “aguas marinas”. ¿Quién podría resistirse a evocar aquellos “baños das sete ou das nove ondas”? “Gran poder curativo, dispensador de la fecundidad”, a juicio del que fuera historiador pontevedrés Alfredo García Alén, con mayor número de referencias a las “nove ondas” que a las de “siete”. Curiosamente son recogidos por Víctor Lis “os efectos do baño tomado na hora e momento do canto do galo”. Según otros testimonios, “debe ser na mañanciña de San Xoán, na noite da Ascensión ou noutras festas importantes”. Conviene señalar que “o castro dá vida ás lendas de mouros e os misteriosos tesouros encantados”, escribe el sabio Antón Fraguas en su estudio Romarías e Santuarios. Fama es en A Lanzada el baño de “as nove ondas” con el propósito de conseguir descendencia: el rito de la fecundidad. Ermita del románico, planta de cruz latina y de un sola nave, en parte con artesonado de madera. Retablo barroco, columnas salomónicas y decoración vegetal. He ahí un Cristo de arte popular y un Santiago ecuestre. “Miña Virxe da Lanzada,/ miña Virxe lanzadeira,/ éntrache o sol pola porta/ e sáeche pola vidriera”, dice o ‘Cantigueiro popular’.
Romería de A Lanzada con su ‘baño’, asimismo indicado –junto con la escoba– para expulsar el ‘meigallo’ de las enfermedades nerviosas. Enigmáticas ‘ondas’ en la mágica noche de San Xoán, en las estrofas del vate Ramón Cabanillas. “Cantiga de consello” divulgada por el eximio historiador Manuel Murguía.