Opinión

Nobles tierras de la Villa de Celonova

Ante nosotros tenemos la Crónica y Guía de Celanova, Villa, Municipio y Monasterio, obra de Alfredo Cid Rumbao, Celanova, 1989, mediante la cual aprendemos y nos solazamos con esta bella Comarca histórico-artística de la provincia de Ourense, ubérrimas tierras del sureste de Galicia.
Nobles tierras de la Villa de Celonova
Ante nosotros tenemos la Crónica y Guía de Celanova, Villa, Municipio y Monasterio, obra de Alfredo Cid Rumbao, Celanova, 1989, mediante la cual aprendemos y nos solazamos con esta bella Comarca histórico-artística de la provincia de Ourense, ubérrimas tierras del sureste de Galicia. “En 1976, el Ayuntamiento de Celanova editó el manual ‘Crónica y Guía del Monasterio de Celanova’ –señala en el “Prólogo” su autor–. Se hacía en vísperas del milenario de la muerte de San Rosendo, que se conmemoraba el 1º de marzo de 1977. Era, en lo histórico, una recopilación de los documentos publicados y de los relatos fidedignos también conocidos, para poder lograr una síntesis continuada. En lo artístico, el resultado de una primera comprobación, paso a paso, de la gloriosa integridad arquitectónica y de talla del más grandioso y mejor conservado de los monasterios gallegos”.
En la antigua Villa de Celanova gustosamente deambulamos por la Plaza Mayor y la Calle de la Botica, donde el busto del poeta Manuel Curros Enríquez, esculpido por Francisco Asorey en el centenario de 1951, líricamente nos saluda. Después, la Plaza do Millo, la Calle Abaixo, La Encarnación, San Verísimo y el Cementerio, en dirección a Bande. Acabada la Celanova del Sur, regresamos a la Villa: las tierras de la derecha eran el Cercado, donde aún se puede hallar la huella de la obra llevada a cabo por los monjes. Al Este, la panóramica del valle de Celanova y de los montes que la cierran. He aquí la estatua de San Rosendo, obra de Buciños, inaugurada el día milenario de 1977. Seguimos hacia la Alameda y la Feria, luz y piedra, a la sombra de los plátanos.
Tomando el Norte de la Villa, con nosotros la calle de San Roque y la calle Arriba, en cuya acera izquierda contemplamos la casa-museo en que nació el vate Curros Enríquez, que otorgó nombre a la calle. Cuna de célebres linajes, Celanova vio nacer en 1567 a Mauro Castellá Ferrer, militar y cronista del Apóstol Santiago; hacia 1846, Cástor Elices, médico de la Armada y poeta; en 1831 Cesáreo Fernández Losada, político, médico militar y de la Real Cámara, escritor y benefactor de la noble Villa, y en 1854 Manuel Lezón Fernández, catedrático y afamado jurista. Y fallecido en 1920, el poeta y barítono que alcanzó a cantar en el Teatro Real de Madrid Cástor Méndez Brandón. Tanto Curros Enríquez como Celso Emilio Ferreiro representan las dos figuras más significativas de la denominada “poesía civil” y literaria de Galicia.
Recorremos luego la belleza arqueológica de Castromao, el Alcázar de Milmanda y Freixo, Vilanova dos Infantes y Acebedo. Pronto, Amoroce y Ansemil, Barxa y Bobadela, Cañón y Flechas, Mourillós y Orga, Rabal y Veiga y Viveiro. Tras esta primera parte del libro, revisamos la segunda –la Guía del Monasterio–, desde la que divisamos y nos concentramos en la “Crónica de Celanova”, el “Abadologio” de la Villa, los monasterios subordinados a éste y la “Guía artística” del prodigio de esta piedra arquitectónica. Quien habría de ser San Rosendo nació el 26 de noviembre del año 907 en Villa de Salas, desaparecida población de la cabecera del río del mismo nombre. Hijo del conde Gutierre Mendo y de su esposa Ilduara, familia emparentada con todos los reyes de aquel período. Franquila fue el primer abad de Celanova, fundador, con don Gutierre, del monasterio de San Estebo de Ribas do Sil. Como segundo abad de Celanova, San Rosendo, el fundador.