Opinión

El Mundial español

La victoria española en el Mundial Sudáfrica 2010 fue una justicia futbolística. Una justicia determinada por la honradez de un plantel con talentosos jugadores y humildes personas. No hubo divismos, ni personalismos excesivos, sino un juego colectivo envidiado por el mundo entero.
La victoria española en el Mundial Sudáfrica 2010 fue una justicia futbolística. Una justicia determinada por la honradez de un plantel con talentosos jugadores y humildes personas. No hubo divismos, ni personalismos excesivos, sino un juego colectivo envidiado por el mundo entero.
La apuesta por el fútbol de toque, abierto, ofensivo, con exquisito control del balón, no se veía probablemente desde los tiempos de la ‘naranja mecánica’ holandesa de los setenta, curiosamente el país rival de España en la final africana. Los Iniesta, Xavi, Xabi Alonso, Villa o Casillas confirmaron que el fútbol del siglo XXI puede aún rescatar los mejores patrones del fútbol del siglo XX.
Del mismo modo, el mundo conoce ahora un nuevo campeón, que también lo habría sido en el caso holandés, país que llegó a su tercera final. España ingresa en el olimpo futbolístico del G-8, en el que ya están instalados Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Francia e Inglaterra.
Está claro que España vive una supremacía futbolística iniciada con la victoria en la Eurocopa 2008 y continuada con el inapelable triunfo en Sudáfrica 2010. Una supremacía que también se amplía a otras disciplinas deportivas, como el tenis, basketball, ciclismo o motociclismo, con figuras como Rafael Nadal, Pau Gasol o Alberto Contador, que hacen del 2000-2010 la década de oro del deporte español.
Pero el fútbol tiene también sus lecturas políticas, para bien o para mal. La geopolítica del fútbol está cambiando al mismo tiempo que se modifica la geopolítica del poder internacional. Los fracasos de Italia, Brasil o Inglaterra fueron tan notorios como los éxitos de Uruguay, Paraguay, Ghana, Corea del Sur, Japón, EEUU o Eslovaquia. Muchos de ellos potencias emergentes del mundo en desarrollo, que definirán un nuevo pulso en el concierto futbolístico.
El Mundial también fue un éxito organizativo para Sudáfrica, cuya emergencia reclama una mayor atención a las potencialidades del continente africano. Si España puso el fútbol en un Mundial futbolísticamente mediocre, Sudáfrica dio un ejemplo de honrado nivel organizativo y un país volcado por ofrecer una buena imagen. Habrá que ver si el próximo Mundial Brasil 2014 confirma la emergencia global del fútbol como fenómeno de masas.