Opinión

La mala fe de Galicia Bilingüe

En las clásicas películas de guerras coloniales, el ejército imperial acostumbra a enviar por delante una marea de nativos de relleno que se dejan la vida en la primera andanada. Sin embargo, la música no se pone trágica y el protagonista no se hecha las manos a la cabeza hasta que ha muerto su amigo blanquito.
La mala fe de Galicia Bilingüe
En las clásicas películas de guerras coloniales, el ejército imperial acostumbra a enviar por delante una marea de nativos de relleno que se dejan la vida en la primera andanada. Sin embargo, la música no se pone trágica y el protagonista no se hecha las manos a la cabeza hasta que ha muerto su amigo blanquito. Donde el guionista ve un amigo muerto en la batalla yo veo miles de muertos, uno de ellos más blanquito que los demás y que, encima, suele ser del bando invasor. Con un poco de sentido común y de sentido de la justicia, convendremos en que la segunda visión es más honesta que la primera. Si no miramos con perspectiva y nos limitamos a una parte, estaremos exponiendo una mentira. Eso pasa con las polémicas lingüísticas en el Estado español.

Está recibiendo cierto eco mediático –y yo me sumo como un altavoz más- una nueva organización aplaudida por la extrema derecha política y por la extrema derecha ideológica (a veces, algunos progres sólo son progres en cuatro pinceladas externas) que se llama Galicia Bilingüe, y que tiene como finalidad devolver el idioma gallego a la caverna y a los complejos de inferioridad en los que se sumió durante el franquismo y en oscuras épocas del alto Medievo. Para haberse erigido en pobres víctimas, disponen de un buen aparato de propaganda para denunciar la supuesta tiranía del idioma gallego sobre el castellano. El castellano es el idioma que empleo libremente para escribir este artículo, el mismo en el que están escritos la práctica totalidad de los medios de comunicación de Galicia, las películas en los cines, la publicidad en todas partes. Por supuesto, el castellano es el idioma oficial de los personajes más poderosos de Galicia: los grandes empresarios, los presidentes de las cajas, los políticos fuera de las cámaras y, sobre todo y por encima de todo, los trepas que aspiran a ocupar un sitio a los pies de estos poderosos. Yo mismo, que trabajo como periodista para diversas empresas gallegas, admito que me habría quedado sin clientes y sin trabajo si hubiera iniciado mis contactos con los empresarios en gallego. Esta es una descripción con perspectiva y con justicia de la situación lingüística en la Comunidad autónoma de Galicia aunque haya, excepcionalmente, algún blanquito muerto entre una marea de víctimas. Pretender colocar al castellano en el papel de víctima en Galicia no puede ser considerado una opinión sino una mentira con mala fe, y a las mentiras históricas no opinables debería ponerle freno la Fiscalía por propia iniciativa. Se puede opinar contra el gallego, y hasta propugnar su desaparición, pero no se puede hacer negando y deformando la dolorosa historia del idioma autóctono de este país.

¿Sabe, lector, dónde está la verdad? En los abuelos, que no pueden ser acusados de manipuladores de última hora. Los abuelos, en sus pueblos de origen, hablaron exclusivamente en su idioma autóctono porque fue su realidad lingüística más íntima, aunque muchos se la evitaron a sus hijos por un complejo histórico o para encontrar trabajo en un mercado laboral en el que el idioma propio estuvo abiertamente vetado y despreciado. Tiene gracia que la persona que me topé estos días defendiendo Galicia Bilingüe (que da toda su información en monolingüe castellano) sea incapaz de sacudirse de encima un fuerte acento de la tierra. Ese es el panorama justo, con perspectiva, de Galicia. Me habría encantado que a mis hijos, si los tuviera, o a mí mismo me hubieran educado en gallego para engrandecer mi patrimonio cultural, pero en mi infancia el profesor o el padre que lo hubiera sugerido habrían tenido que salir por piernas.

Por eso, con perspectiva, nadie tiene derecho a denunciar