Opinión

Informe Wikileaks

–¿Qué tal Penelas? Hace tiempo que no lo veíamos por aquí. ¿Por dónde anduvo?–Bueno, estuve en Chile y luego viaje a España. Di varias conferencias, presenté mi antología poética, me entrevisté con gente, estuve con grandes amigos… un poco de todo. Pero es verdad, a este bar hace tiempo que no vengo.
–¿Qué tal Penelas? Hace tiempo que no lo veíamos por aquí. ¿Por dónde anduvo?
–Bueno, estuve en Chile y luego viaje a España. Di varias conferencias, presenté mi antología poética, me entrevisté con gente, estuve con grandes amigos… un poco de todo. Pero es verdad, a este bar hace tiempo que no vengo.
–¿Razones del café, aumento de precio, mala atención?
–Tal vez un poco de todo, pero no, no; quédese tranquilo. Hay tipos que vienen que ya no me gusta el boliche. Ese, fíjese, el de los anteojos negros, parece de la cana, un tira clavado, un tipo que se disfraza de abogado y es prestamista… no sé. Un mal bicho. Además cambiaron el local, lo modificaron, lo quisieron hacer más pituco y les salió una mersada. ¿No se dan cuenta? Miren como se sientan, mire lo que piden, miren como les sale el culo de las sillas.
–Penelas, no lo entiendo. Viene más gente…
–Más clientes, querrá decir.
–Bueno, como usted quiera. Déjeme que le explico algo. La vida se deja llevar por ilusiones, por esperanzas. ¿No se da cuenta? Los cumpleaños de quince, la fiesta de la abuela, las despedidas de fin de año, la vida después de la vida. Son ilusiones ópticas, ilusiones colectivas. Ganar un torneo de fútbol, ver que el colesterol baja después de tomarse la pastillita, hacerle una promesa a la Madre María… todo es venta, todo es un curro gigantesco. Fíjese en los consorcios, en los hoteles alojamientos, en las elecciones parlamentarias o presidenciales. Curro, profe, curro. Usted porque está dale que te dale con la poesía y esos autores que no conoce nadie. No salen por la tele ni se los ve en los diarios. Pero la verdad de la milanesa es otra. Lo importante es la técnica de venta…
–¿Sabe que estuve revisando el trabajo de Neil Postman sobre Huxley y Orwel. Fundamental, fundamental. Esto lo va a entender. En un momento escribe: “…el problema no es que la gente se ría en lugar de pensar, sino que no sabe de qué se ríe ni por qué ha dejado de pensar”. ¿No se cansa de estar de pie? Siéntese, por favor.
–Usted es un caballero medieval, poeta. Laburo de mozo, no me puedo sentar ahora. Es bueno lo de ese sociólogo, ¿no? Bueno, le contaba. Lo importante es la venta, cómo hago para venderle a otro, por ejemplo, un cajón para cuando se muera. O venderle un nicho, entusiasmarlo, mostrarle fotos con árboles, pajaritos y entusiasmarlo. Lo importante son esos tipos que les venden condones a las monjas de clausura. ¿Entiende? Un tipo así es fenomenal, un tipo así merece ser diputado, jefe de bancada, ministro de salud o de educación. Jefe de gobierno, economista. Le mueve los sueños, las esperanzas. Lo engaña, pero lo engaña con cariño, lo emborracha de pasión, de idolatría. Le dice a usted que es pobre pero que eso lo hace bueno, lo convierte en santo o en revolucionario. Usted se lo cree y le levanta el ánimo. Hasta tiene ganas de voltearse a la vecina o a la hija del cerrajero. Son tipos que le pegan a la conciencia, al desencanto. Son como los pastores que pontifican en las plazas o en las esquinas de los barrios. Son como los muchachos de la patota, de otra manera, claro. Uno termina ovacionándolos. Y cuando se da cuenta, si se llega a dar cuenta, ya es tarde. Como buen pelotudo –por favor, no se lo digo a usted, Penelas; me entiende, es una forma de decir, yo sólo tengo quinto grado– o se hace negativo o busca a otro líder, a otro tipo que le venda el espectáculo. Son como los políticos, como los periodistas, como los actores, como los empresarios, como los intelectuales, como los sindicalistas… como todo el mundo, mi querido amigo. Como todo el mundo.
–¿Se da cuenta por qué hace tiempo que no piso el café? Usted me escuchó hablar, me leyó dos o tres artículos y ahora repite como un simio. Me preocupa el asesinato de Mariano Ferreyra, la complicidad de la burocracia sindical, la mirada mezquina o el silencio de ciertas organizaciones. Le doy datos concretos que no se dicen en todos lados: los contribuyentes norteamericanos ignoran que están financiando –fíjese el modus operandi– presiones al gobierno español para frenar las causas judiciales abiertas en España contra políticos y militares aparentemente involucrados como las torturas en Guantánamo…
–No, profe, no. Creáme. Escuchar lo escuché, pero me habla en difícil y me olvido de las cosas que dice. Leer, lo que se dice leer algo suyo, nunca. No lo tome a mal. Y lo de España ni lo sabía. Apenas me entero ahora del culebrón de Jaime, De Vido, Moyano, Macri, Fernández y toda la compañía. Sigo, sigo. La gente quiere un Mesías, un ser que le ordene la vida, que lo perdone, que le marque el camino, que lo bendiga, que lo guíe. No importa si es un psicoanalista, un cura, un tipo que le vende merca o el concejal del barrio. A veces es el flaco de la ferretería o el diariero. ¿No vio cómo se viste Morticia? A la gente le enseñaron a ser rebaño, a soñar con los ángeles terrenales y celestiales, a obedecer, a votar, a ser confidente del portero del edificio. Luego se le viene el carnaval encima. El matrimonio, los créditos, la otra familia, el laburo, el socio, los parientes de los parientes, los amigos de esos ñatos, usted sabe… Hay mujeres que le obligan a los hombres a mear sentados, como si estuviesen en la silla gestatoria (esa sí, esa me la enseñó usted), a confiar en las elecciones, en las dietas de la luna, en la existencia gris y penosa que… Penelas, me deja hablando solo. ¿Vuelve? ¿Y la propina, profe? Además, el café aumentó. Juro que no le hablo más, que lo dejo leer, que lo dejo escribir. Antes de fin de año dese una vueltita. Perdone, jefe, perdone. Qué sé yo que pasa. Ni le pregunté por la locura y el negociado de Soldati. No hablo con nadie y usted parece que escuchara. En fin...  Puta madre, ya ni se lo ve. Me olvidé de felicitarlo por Independiente.