Opinión

La historia del diseño industrial escrita a máquina

En Francia durante la década de 1830 Louis Jérôme Perrot creó una máquina que imprimía diseños en ropa, de tal modo que llegó a evolucionar hasta la impresión de letras en papel.
La historia del diseño industrial escrita a máquina
En Francia durante la década de 1830 Louis Jérôme Perrot creó una máquina que imprimía diseños en ropa, de tal modo que llegó a evolucionar hasta la impresión de letras en papel. Después de haber logrado una patente provisional británica en 1864, el abogado John Pratt consiguió en 1866 una patente de invención para su Pterotype: una máquina que emplea la tipología de la máquina de escribir con rueda y acaso pueda estimarse como precedente de otras posteriores como Hammond o Grandalt. En 1868, tras la muestra de sus prototipos, alcanzará a comercializarla mediante una patente americana. “Aquella máquina construida en madera, tenía la capacidad de hacer tres o cuatro copias simultáneamente y en ella no era necesaria la barra espaciadora, una vez que esa función podía ser realizada pulsando a medias una tecla cualquiera”, escriben David Barro y Alfredo Sirvent en su monografía Typewriter. La historia escrita a máquina, publicada en el Libro-Catálogo de la ‘Consellería de Cultura’ de la ‘Xunta de Galicia’.
James Hammond –al menos eso se cuenta– adoptó la precaución de proteger sus derechos antes de producir su máquina de escribir. Así que pagó a Pratt a fin de que se distanciara del negocio de las máquinas de escribir con antelación al lanzamiento de su primera máquina Hammond de segmentos de escritura intercambiables en 1884. Desde luego que no se pueden negar muchas coincidencias y similares progresos tanto en Europa como en América. Se trataba, como es lógico, de necesidades de la época que iban de la mano de progresivos avances técnicos industriales. De todas formas, siempre permanecerán algunas incógnitas. Tal es el caso del austríaco Peter Mitterhofer, de quien se dice que llevó a término varios modelos avanzados –como el espaciado variable– que no fueron incorporados a las máquinas comercializadas décadas después y que, por otra parte, no alcanzaron aquel alto grado de desarrollo de inventores como Mitterhofer, únicamente descubierto y reconocido ya en el siglo XX.
Es preciso recordar que hasta 1867 no existió ninguna máquina producida en serie. Se tratará de la Malling Hansen, cuya patente corresponde a 1865 y a la autoría del clérigo danés Rasmus Malling, fabricada luego de dos años en Dinamarca. No faltan quienes suponen la existencia de unas treinta máquinas que se pueden encontrar en manos de particulares. Es por ello por lo que ésta sea la máquina que se haya determinado para el punto de arranque de la ‘Exposición Sirvent’, que continúa presente hasta el próximo 8 de enero de 2012 en el paraje del monte Gaiás, donde se halla la espectacular ‘Cidade da Cultura’ en Santiago de Compostela.
A manera de prólogo introductorio, la ‘Colección Sirvent’ nos muestra una réplica de aquella máquina de Malling-Hansen, de la cual se han realizado tan sólo veinte copias. La original se conserva en el Museo de Leipzig. Conviene resaltar que su forma esférica y descubierta contrasta con la primera máquina de escribir que se fabricó de modo industrial luego de un acuerdo con la firma Remington: la Scholes y Glidden, de 1873. “Este primer modelo que abre el recorrido de la exposición”, señalan David Barro y Alfredo Sirvent, “se denominó The Type Writer, nombre que recibió hasta que se llegó a comercializar el siguiente modelo Remington. Se presentaba sobre un soporte semejante al de las máquinas de coser. Máquina ya moderna, aunque sólo permitía escribir en letras mayúsculas”.