Opinión

Guimarães Rosa entre nosotros

La muy singular obra narrativa de João Guimarães Rosa (1908-1967), sin duda uno de los escritores más hondos y originales del Brasil, que en realidad roza en muchos sentidos lo poético por su peculiar tratamiento del lenguaje y de los climas, es mundialmente conocida por su obra maestra: Gran sertón: veredas, magistralmente traducida a nuestro idioma por el poeta español Ángel Crespo.
Guimarães Rosa entre nosotros
La muy singular obra narrativa de João Guimarães Rosa (1908-1967), sin duda uno de los escritores más hondos y originales del Brasil, que en realidad roza en muchos sentidos lo poético por su peculiar tratamiento del lenguaje y de los climas, es mundialmente conocida por su obra maestra: Gran sertón: veredas, magistralmente traducida a nuestro idioma por el poeta español Ángel Crespo. Y donde el ambiente de un medio que el autor conoce de primera agua desde su juventud, las montaraces y áridas extensiones desoladas de Minas Gerais, con su agreste e indómita belleza y la presencia ineludible de sus curtidos habitantes, no resulta apenas un tema sino el aire mismo de una escritura que no sólo se paladea y se oye, de una manera digamos exterior, en los ritmos, las riquezas y las estructuras peculiares de un lenguaje propio, personal, vivido, a la vez digno de la humanísima densidad y de la rica naturaleza original que lo produjo como de la muy alta capacidad estética del autor, sino que en realidad también se huele, se palpa y se mira, tan rica es su irradiación expresiva, como si aspiráramos al leer el propio aire de su tierra y de su gente.
Esa misma admirable, memorable capacidad de evadir los riesgos de la mera descripción o el localismo, verbal o topográfico, y de investir en cambio, de asumir en una escritura tan viva como el lenguaje cotidiano de sus protagonistas, al mismo tiempo lo esencial y lo orgánico de una fascinante realidad, donde los animales y los vegetales, las extensiones y los cielazos, los hombres y las cosas, los sueños y los actos, la legítima superstición y la honrada memoria, nos contagian ineludiblemente su vigorosa vitalidad, se han concretado también en sus mejores relatos, desde los más largos hasta los más breves. Donde relumbra por ejemplo La tercera orilla del río o también Causa de almirante, textos logradísimos.
La significación de Gran sertón: veredas puede ser parangonada justamente con la que alcanzó (como el ejemplar modernismo brasileño, también en el emblemático año de 1922) nada menos que la aparición de Ulises, de James Joyce. Por la logradísima originalidad renovadora de su factura y de su impulso, tanto como por el hondo respeto y al mismo tiempo la sintomática libertad con que el universo apasionante del sertón ha conseguido convertirse en organismo vivo de lenguaje, mucho más que mera literatura, nunca apenas tan sólo sinceridad o habilidad, sino algo mucho más inusual y más vivificante: auténtica poesía encarnada, tocante y contagiosa. Que no por casualidad, vuelvo a repetirlo, viene manando de las mismas fuentes que el rico y renovador modernismo brasileño.