Opinión

El enemigo interno

La masacre en Noruega, con casi un centenar de muertos, parece anunciar la proliferación de un nuevo actor de carácter terrorista, el de la extrema derecha, enemigo aparentemente invisible cuando las autoridades europeas siempre enfocaron su atención de cara a la amenaza terrorista islamista.Con el autor detenido y las investigaciones en curso, todo parece apuntar a que el terrorista actuó individualmente.
La masacre en Noruega, con casi un centenar de muertos, parece anunciar la proliferación de un nuevo actor de carácter terrorista, el de la extrema derecha, enemigo aparentemente invisible cuando las autoridades europeas siempre enfocaron su atención de cara a la amenaza terrorista islamista.
Con el autor detenido y las investigaciones en curso, todo parece apuntar a que el terrorista actuó individualmente. Por tanto, vincular su acto criminal a una estrategia elaborada por algún movimiento político de extrema derecha parece ser una hipótesis aventurada. Sin embargo, resulta necesario enfocar diversos aspectos sobre el repunte de la extrema derecha en Europa.
Se suelen considerar diversos aspectos, incluso tópicos, sobre el aumento de la extrema derecha europea. Uno de ellos es la crisis económica, que se agudizará principalmente en los sectores de clase media y popular, eslabones socioeconómicos donde suele proliferar la extrema derecha. Otro aspecto es la islamofobia, aparente móvil de actuación utilizado por el criminal noruego, y que se traduce en el rechazo a una inmigración proveniente de países musulmanes que se intensifica cada vez más en Europa.
La extrema derecha parece, aunque sea de forma ocasional, ocupar lentamente el tradicional espacio político de la socialdemocracia, principalmente en los países del Norte de Europa, como Suecia, Noruega o Dinamarca, considerados los baluartes del Estado social de derecho que hoy se ve visiblemente golpeado con la crisis. Difícilmente la extrema derecha europea reivindicará este crimen ni sacará ganancia política del atentado terrorista en Noruega, pero este incidente puede suponer una advertencia aleatoria que, incluso, puede acelerar una reforma de la ley de inmigración, agudizando aún más los controles fronterizos.
Resta observar si alguna célula del terrorismo islamista radicada en Europa utilice el atentado en Noruega como un móvil de legitimación de sus actividades, replicando con otro atentado en algún país europeo. Ante el estupor social por la magnitud del crimen en Noruega, sería erróneo identificar la acción de Anders Behring Breivik como un atentado limitado y aislado, propio de un fanático criminal. Europa puede ahora darse cuenta que un enemigo interno está lentamente apareciendo en el ruedo.