Opinión

El otro 11/S

En una columna anterior se abordó un análisis de los que significó la década de conmemoración de los atentados terroristas de Nueva York ocurridos el 11 de septiembre de 2001. En la semana de aniversario de este suceso inédito, proliferaron los documentales testimoniales y los reportajes periodísticos sobre lo que significó el 11/S para el mundo.
En una columna anterior se abordó un análisis de los que significó la década de conmemoración de los atentados terroristas de Nueva York ocurridos el 11 de septiembre de 2001. En la semana de aniversario de este suceso inédito, proliferaron los documentales testimoniales y los reportajes periodísticos sobre lo que significó el 11/S para el mundo.
No obstante, llama poderosamente la atención la ausencia de crítica en varios de estos documentales y reportajes sobre las consecuencias del 11/S. Sin duda, la muerte de más de 3.000 personas en los peores atentados terroristas de la historia motiva a considerar el enorme golpe moral para EEUU, una sensación legítima que, al mismo tiempo, no obliga a desconsiderar la reacción posterior de Washington y la influencia de su actitud a nivel mundial.
El mundo post-11/S no solucionó ninguno de los problemas globales más acuciantes, y para muestra está el efecto de la actual crisis económica, cuyo peso perdurará por más tiempo que un 11/S del cual nadie habla en la actualidad. Puede que el debilitamiento de Al Qaeda y de diversas manifestaciones del terrorismo global signifiquen para Washington una especie de victoria moral en una coyuntura que, paralelamente, observa el comienzo de su paulatino declive como superpotencia.
Muy pocos reportajes se han detenido en observar la legalización y justificación en el sistema internacional de una serie de violaciones de los derechos humanos cometidos por Washington en aras de preservar la ‘doctrina Bush’ y la lucha contra un terrorismo global que hoy no ocupa la prioridad en las agendas de seguridad internacional. La impunidad judicial de Washington en esta década en un asunto tanto o más vergonzoso como los atentados de Al Qaeda, y sus efectos morales pueden ser más dañinos que el propio 11/S, al menos en cuanto a la aparentemente incontestable credibilidad del gobierno estadounidense. Irak, Afganistán, Guantánamo o los vuelos ilegales de la CIA, bajo un manto de cooperación internacional por parte de diversos países, certifican esa impunidad.
Los factores que hicieron posible el 11/S no han desaparecido en el mundo de 2011. Ni tampoco las rebeliones contra el unilateralismo hegemónico de Washington, y más aún en una coyuntura determinada por la crisis de un modelo económico basado en la preponderancia de la especulación financiera, de los mercados de valores y las corruptas expectativas de las aseguradoras “de riesgo”. Hoy se habla más del peligro de bancarrota económica y financiera global que en la repetición de “otro” 11/S. Son los daños colaterales de ese suceso que, indudablemente, transformó de alguna manera al sistema internacional.