Opinión

Desamparo

Existe una relación entre los últimos crímenes del sionismo (una posición política aberrante en la que se mezclan perversamente el Estado, la religión y la herencia cultural, como pretendió el peor franquismo con su ‘raza’ española ultracatólica) y la tremenda crisis económica que sufre la gente corriente, que ahora se queda absorta viendo como, después de salvar a los bancos y a los especuladores, se
Existe una relación entre los últimos crímenes del sionismo (una posición política aberrante en la que se mezclan perversamente el Estado, la religión y la herencia cultural, como pretendió el peor franquismo con su ‘raza’ española ultracatólica) y la tremenda crisis económica que sufre la gente corriente, que ahora se queda absorta viendo como, después de salvar a los bancos y a los especuladores, se legisla precisamente contra los únicos que no tuvieron relación con la crisis: los trabajadores. Esa relación es el imperio, el imperio que determina nuestras vidas desde un rincón de Estados Unidos, y la sensación de desamparo que produce comprobar como, en un caso y en otro, los políticos de nuestros países súbditos se someten al dictado de los distintos tentáculos que manejan los poderosos, llámese Fondo Monetario Internacional, Club Bildelberg o Pentágono. En ambos casos se reproduce la sensación cada vez más extendida en Europa de que la población empieza a vivir al margen de esa clase política servil que se fija en la minoría de arriba antes que en la inmensa mayoría a la que pisotea y manipula para pedir el voto. Vamos a llegar a una situación, en el futuro, en la que la mayoría de la ciudadanía no participa de la vida política pero tampoco puede quitársela de encima y tiene que soportar sus caprichos y sus abusos. Al final, en el futuro llegaremos al feudalismo moderno, con barones territoriales que hacen el trabajo sucio del emperador.