Opinión

Derechos humanos y extremismos en los Estados totalitarios

“En los años ‘70 del pasado siglo XX, los Estados Unidos descubren los derechos humanos como herramienta eficaz en la competencia ideológica en la lucha contra el comunismo –señala el argentino Juan E.
Derechos humanos y extremismos en los Estados totalitarios
“En los años ‘70 del pasado siglo XX, los Estados Unidos descubren los derechos humanos como herramienta eficaz en la competencia ideológica en la lucha contra el comunismo –señala el argentino Juan E. Méndez, Asesor Especial del Secretario General de la ONU para la Prevención del Genocidio (2004-2007) en la Revista ‘Res diplomatica’ (RD), Instituto del Servicio Exterior de la Nación, segunda época, nº 2, diciembre de 2007–. No es menos cierto que la inclusión de los derechos humanos en la política exterior obedeció a la presión de sectores liberales y progresistas en ascenso en esa década y en la inmediatamente anterior. Entre las razones internas vinculadas con ese ascenso, hay que mencionar a la experiencia de la oposición a la guerra de Vietnam y el rechazo a las alianzas que Estados Unidos forjó en el sudeste asiático, así como a las violaciones al derecho de la guerra cometidas por fuerzas americanas”.
Igualmente convendría decir que tanto el ‘escándalo Watergate’ como el derrumbamiento de Richard Nixon incidieron en que se promoviera un Estado con una política más transparente. Dentro de esa perspectiva, digamos que el ‘informe’ del senador Frank Church acerca de actividades encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) así como la revelación de intentos de asesinar a líderes extranjeros, desencadenó un ambiente propicio para que el Congreso –todavía antes de la elección de Jimmy Carter a la presidencia– sancionara leyes que condicionaban la ayuda exterior a la vigencia de los derechos humanos.
El ensayista argentino Juan E. Méndez –miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (2000-2003) y su Presidente en 2002– asevera que los factores externos influyeron en la realidad determinada de las dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos, al igual que la revelación de las violencias masivas y sistemáticas que las mismas ejecutaban. Y asimismo, no hay por qué ocultarlo, tuvo enorme repercusión la terrible secuencia durante años del denominado ‘archipiélago Gulag’, acompañado de los iniciales síntomas de aquello que más adelante se convertiría en el fracaso del experimento “socialista soviético”. Se manifestaba un sistema totalitario que no proporcionaba frutos ni en la prosperidad ni en la redistribución progresiva de los bienes ni en la igualdad efectiva de todos ante la ley ni tampoco en la economía. Por ello, la política de derechos humanos “proyectada hacia el mundo exterior” contó con aliados de posiciones ideológicas muy diversas.
Pese a que en ambos polos se acomodara la política de derechos humanos sólo para las naciones amigas mas no para las enemigas, ello no impidió el auge de un auditorio cada vez mayor que se hallaba a punto para juzgar la conducta de los gobiernos con idéntica vara de medir un “canon”, universalmente asumido, de derechos humanos con especial trascendencia, por encima del relativismo ideológico o cultural.
 Y merced a esos sectores liberales y progresistas –sobre todo, impregnados de la doctrina universal de los derechos humanos– fue como la Administración de Jimmy Carter aplicó la nueva política de derechos humanos a países hasta aquellos momentos reconocidos como alidados de Estados Unidos.