Opinión

Cerviño y Alsina: la ‘Escuela de ‘Náutica’ de Buenos Aires

En el discurso del recién designado director de la Escuela de Náutica de Buenos Aires, Don Pedro Antonio Cerviño, se ponía en evidencia la plena identificación con el ideario de Manuel Belgrano, así como también con otros criollos y españoles, para los cuales el absoluto abandono que se ejercía sobre Buenos Aires y sus “Reynos” adyacentes ya no ofrecía incertidumbre alguna en torno a la proximidad de una enorme
Cerviño y Alsina: la ‘Escuela de ‘Náutica’ de Buenos Aires
En el discurso del recién designado director de la Escuela de Náutica de Buenos Aires, Don Pedro Antonio Cerviño, se ponía en evidencia la plena identificación con el ideario de Manuel Belgrano, así como también con otros criollos y españoles, para los cuales el absoluto abandono que se ejercía sobre Buenos Aires y sus “Reynos” adyacentes ya no ofrecía incertidumbre alguna en torno a la proximidad de una enorme mutación dentro de la política y del estado social y económico. “Nuestras embarcaciones irán a los puertos del Norte. Los españoles harán las compras en las mismas fábricas”, apuntaba con sincera convicción. Tampoco le dolían prendas en cuanto a la denuncia de las insultantes actuaciones monopolísticas: “Comprar en Cádiz lo más barato posible y vender en América lo más caro posible era toda la combinación”. Y añadía que “el comercio no puede prosperar sin libertad. El comercio no sólo emplea su actividad en permutar lo sobrante por lo necesario, trafica también con las ideas y con los descubrimientos, ilustra la Nación y destierra la ignorancia”.
Valientes juicios que, naturalmente, le ocasionaron furibundas enemistades entre poderosos personajes de fortuna de ideología monárquica y absolutista. Más no es menos cierto que entre muchos criollos y nativos independientes supo granjearse incondicionales y perdurables amistades. “Entre 1799 y 1806, Cerviño se desempeñó como director de la Escuela de Náutica, con todo ahínco, reconocido y encomiado por el secretario del Consulado en cuanta oportunidad tuvo”, escribe el prestigioso marino y ensayista argentino Horacio Guillermo Vázquez en su obra Héroes del Tercio de Gallegos, Excma. Diputación Provincial, Pontevedra, 2003.
“Tal fue el compromiso de los directores que en todos esos años ninguno pudo percibir un centavo en concepto de sueldos. Esta enojosa situación se debía a que, por lo establecido en las cláusulas de erección, recién tendrían derecho a sus haberes, cuando se recibiese la Real Aprobación de sus nombramientos. Ésta jamás llegó. Por dicho motivo Alsina solicita su relevo en 1801”, matiza atinadamente el profesor Horacio Guillermo Vázquez. Convendría recordar que Cerviño concedía preponderancia a los estudios académicos mediante los trabajos prácticos a bordo. Barruntaba dar consistencia a un “establecimiento” de singular calidad de enseñanza, superior, si ello fuere posible, a sus “pares” de la Península. Alsina incidía en dar privilegio a la práctica. Siguiendo los principios del Reglamento, se fundamentaba en que los alumnos habrían de “cortar las xarcias y cabos que pertenezcan a una embarcación y a trabajarla materialmente para cuando sean xefes conozcan lo que deben hacer y mandar, preceptos, todos estos de sana lógica marinera”.
Tras la renuncia de Alsina, lo relevó en su cargo Don Juan Carlos O´Donnell, gallego de Corcubión, sobresaliente matemático de la Universidad de Córdoba del Tucumán, quien continuaría la labor de Cerviño en la estructuración del ‘Tercio de Gallegos’. Incluso conseguiría reabrir, hacia 1833, la Escuela de Náutica, en esta oportunidad como director de la misma.