Opinión

“Las Causas del Reino” y la lírica de José María Abut

“La mirada de Abut penetra las apariencias de la cotidianeidad, cultiva un sentimiento de pertenencia cósmica, y en su inicial estado de asombro, alcanza momentos de visualización de sí, extrañamiento de su propio cuerpo”, escribe Graciela Maturo acerca de la lírica del poeta José Abut y su libro titulado Las Causas del Reino, “Catálogos”, Buenos Aires, 2004.
“Las Causas del Reino” y la lírica de José María Abut
“La mirada de Abut penetra las apariencias de la cotidianeidad, cultiva un sentimiento de pertenencia cósmica, y en su inicial estado de asombro, alcanza momentos de visualización de sí, extrañamiento de su propio cuerpo”, escribe Graciela Maturo acerca de la lírica del poeta José Abut y su libro titulado Las Causas del Reino, “Catálogos”, Buenos Aires, 2004. Nacido en Arrecifes, provincia de Buenos Aires, en 1936, se licenció en Odontología en 1962, y cinco años más tarde, integra una selección poética, obteniendo con posterioridad una mención del Fondo Nacional de las Artes. También autor teatral, en 1977 estrenó su obra Lo que no se compra con dinero, y al año siguiente, clausuró un ciclo de teatro leído, organizado por “Argentores”. José María Abut –quien desde hace mucho tiempo reside en la localidad bonaerense de Ramos Mejía– publicó en 2003 su primer poemario cuyo título es Reino de las Causas, al igual que Lo Real, ambos en “Catálogos”, Buenos Aires; éste, el más reciente, en 2007. Textos poéticos que –merced al Dr. Nilo Russo, selecto odontólogo y tan tangófilo como lunfardólogo de carisma porteño– tuve ocasión de conocer y divulgar desde la perspectiva crítica literaria.
Son “Las Causas del Reino” las que nos regalan “heredad” y “sin regreso”, con “ruego”, “persistencia” y “travesía”. Después, “sin llama visible”, viene la “recepción” y la “siembra”. Igualmente, el “ensayo”, la “anunciación” y el “suceso”. Ante “el triunfo de la máscara”, he ahí la “perversión” y el “simulacro”, lo mismo que la “exclusión” y el “genocidio”. En la dedicatoria del libro, “A mi querida hija Rosana. A Roberto, mi yerno. A Matías, mi nieto. A Diana, mi cuñada y a Héctor Jorge, mi hermano”.
“Buscando las causas de este reino que se alza y destruye perpetuamente –escribe Leopoldo Castilla–, avanza hacia ese envés del mundo, abriendo ventanas, como un encandilado por tanta oscuridad”. Cazador de imágenes y figuras geométricas, retenemos los sustantivos abstractos y las conjugaciones de la flexión verbal. Conceptos metafísicos y fisiologías corporales se superponen en los versos fluyentes, sin puntuación ortográfica, en un “monólogo interior” sin solución de continuidad. “Abre un existir en otro, como toda honda y verdadera poesía”, asevera Alberto Luis Ponzo. Y Abut evoca su infancia: “Amo las calles de Arrecifes/ el río/ la plaza/ el colegio de aurora infinita/ los temblores del primer beso/ el afiebrado despertar/ de nervios luminosos/ el campanario y la iglesia/ que aún celebra en mí/ tibios lazos de lumbre”.
Autor asimismo de pinturas y taraceas, ha expuesto sus composiciones en galerías de arte de Buenos Aires, Ramos Mejía, Arrecifes, San Isidro y Mar del Plata. “El do mayor del origen/ siembra música en sangre/ de cálida resonancia/ en flores y espinas/ en lobos y corderos/ de agitado quebranto”, escribe el poeta argentino. Desde la “donación del vacío”, cálidamente se nos entrega la “apertura” y la “aparición” y la “poiesis”, el pie de “la escena” y la “espera”. Y en “Arrecifes” somos capaces de escuchar “el río” y “la biblioteca”, bajo la “hoguera solar” y el “música somos” a través del “encuentro” y “morada interior”. Hacia la “callada lejanía”, se apronta el “tono primitivo”,”la otredad” y “permanencia”. Todo ello, “silenciosa/ mente”. Tras “el todo en uno”, el “entre ser y no ser”. Amparado en la filosofía de Kierkegaard y Heidegger, regresa al nietzscheano héroe rebelde nombrado “Zaratustra”. Es el “Dios es sonido” del holandés Joachim Ernst Berendt, que defiende al “hombre oyente” del mundo.