Opinión

Sin Bin Laden

El asesinato por parte de la CIA al fundador de la red terrorista Al Qaida, Osama Bin Laden, refugiado en un complejo militar a las afueras de la capital paquistaní Islamabad, cierra parcialmente una década de persecución por parte de Washington contra su considerado ‘enemigo Nº1’, tanto como abre a partir de ahora escenarios absolutamente confusos e inciertos.
El asesinato por parte de la CIA al fundador de la red terrorista Al Qaida, Osama Bin Laden, refugiado en un complejo militar a las afueras de la capital paquistaní Islamabad, cierra parcialmente una década de persecución por parte de Washington contra su considerado ‘enemigo Nº1’, tanto como abre a partir de ahora escenarios absolutamente confusos e inciertos.
Más allá de los pormenores de una operación secreta que conllevó a una serie de contradicciones oficiales por parte del gobierno de Barack Obama, así como a posibles evidencias de violación de la soberanía territorial paquistaní y del Derecho Internacional por parte de Washington, la clave ahora se enfoca en dirimir cómo serán los EE UU y Al Qaida sin Bin Laden.
En los últimos años, su figura no dejaba de evocar una imagen meramente simbólica y poco efectiva dentro de Al Qaida, tanto como esta organización denotaba una notoria pérdida de peso e influencia política en el mundo musulmán, así como deficiencias operativas y logísticas a la hora de acometer atentados terroristas contra objetivos estadounidenses y occidentales.
No obstante, la geopolítica Bin Laden intensificará los temores de seguridad de EEUU, afincando aún más la estrategia antiterrorista del ex presidente George W. Bush, denostada y cuestionada por el propio Obama. Pakistán seguirá siendo el epicentro de atención de Washington, junto a la incierta transición de Afganistán. Ni hablar del mundo árabe, cuya revolución política no tiene absolutamente nada que ver ni con el mensaje ni con la capacidad de influencia de Al Qaida.
Para la red terrorista fundada por Bin Laden, el escenario se presta confuso sin su máximo líder. Restringida su capacidad operativa, todo apunta a una fragmentación en redes ya constituidas en Oriente Próximo, el Magreb y el Golfo Pérsico, con completa autonomía de actuación. Tendrá capacidad para seguir golpeando pero escaso peso político y social.
Con la desaparición de Bin Laden, Washington cierra parcialmente su propia cruzada iniciada tras el 11/S de 2001. Pero quedan flecos abiertos, como la impunidad judicial ante casos flagrantes de violación de los derechos humanos, como Guantánamo, los vuelos ilegales de la CIA, las torturas en aras de la estrategia antiterrorista, etc. Flecos que Obama prometió cerrar y que no ha cumplido hasta ahora, quizás calculando que la muerte de Bin Laden le puede reproducir ventajas electorales en un momento de crisis económica.