Opinión

20 años sin Yugoslavia

El pasado 25 de junio se cumplieron 20 años de la declaración formal de independencia de Croacia y Eslovenia, germen originario que dio inicio a la desintegración de la ex República Federativa Socialista de Yugoslavia, ente estatal que funcionó entre 1946 y 1991, dando paso a las tristemente célebres guerras balcánicas que por casi una década asolaron a esta región.
20 años sin Yugoslavia
El pasado 25 de junio se cumplieron 20 años de la declaración formal de independencia de Croacia y Eslovenia, germen originario que dio inicio a la desintegración de la ex República Federativa Socialista de Yugoslavia, ente estatal que funcionó entre 1946 y 1991, dando paso a las tristemente célebres guerras balcánicas que por casi una década asolaron a esta región.
Muchas veces se ha dedicado en esta columna una atención especial a la tragedia balcánica, no sólo propiciada por los odios y rivalidades étnicas y religiosas internas sino por la miope perspectiva de la Unión Europea para solucionar un conflicto cercano a sus fronteras.
Un caso paradigmático es el hecho de que las respectivas independencias croata y eslovena fueron posteriormente reconocidas en noviembre de 1991 por Alemania, Austria y el Vaticano, intensificando aún más el conflicto al evidenciarse su “internacionalización”. Entre 1991 y 1995, Europa presentó 15 planes de paz infructuosos mientras un genocidio se escenificaba en Bosnia.
Dos décadas después, poco queda de lo que fue Yugoslavia. Siete nuevas repúblicas han surgido de sus cenizas: Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegoniva, Serbia, Montenegro, Macedonia y Kosovo, esta última aún no reconocida oficialmente por la UE pero sí por 22 de sus 27 países miembros. Eslovenia ingresó en la UE en 2004 mientras Croacia acelera las negociaciones para ingresar en el 2013, aproximadamente.
Por su parte, Serbia ha dado pasos acelerados para su integración en la UE, una vez entregara al Tribunal Internacional de La Haya a los que eran considerados principales instigadores del conflicto, como el expresidente Slobodan Milosevic (quien se suicidó en 2006), Radovan Karadzic y recientemente Ratjko Mladic. Caso contradictorio al de Croacia, cuyo esfuerzo en la entrega de los considerados ‘criminales de guerra’ no ha sido tan prolífico como en el caso serbio.
Con sus diferencias étnicas, religiosas y socioeconómicas, los Balcanes caminan ahora por un futuro incierto, al igual que la misma Unión Europea. La región busca afanosamente su estabilidad política y un desarrollo económico y social que haga olvidar las penurias de la guerra, cuyas cicatrices perdurarán hasta la próxima generación. Otros problemas, como las mafias y la delincuencia organizada, carcomen las instituciones en Serbia y Kosovo, por tomar algún ejemplo.
El aniversario de la desintegración yugoslava coincidirá con el de la ex URSS, ocurrida entre agosto y diciembre de 1991. Desde entonces, la ‘guerra fría’ quedó atrás para dar paso a una incierta ‘posguerra fría’, con múltiples retos en una Europa lastrada por la crisis económica y la incertidumbre política.