Presidente de la Hermandad de Valencia, contabiliza 300 solicitudes de ayudas individuales y médicas en lo que va de año

Manuel Fajín: “Mucha gente no podría tener tratamiento en Venezuela si la Xunta no le manda su medicina”

Las ayudas que la Xunta de Galicia concede a los gallegos en Venezuela son “invalorables, sobre todo en estos momentos de crisis”, asegura Manuel Fajín Recarey, presidente de la Hermandad Gallega de Valencia, capital del Estado de Carabobo, donde, en la actualidad, residen aproximadamente 4.000 gallegos de primera, segunda y tercera generación. Alrededor de 1.500 familias de origen gallego, de un total de 2.500, se agrupan en torno a la Hermandad Gallega de Valencia.

Manuel Fajín: “Mucha gente no podría tener tratamiento en Venezuela si la Xunta no le manda su medicina”
Miranda en Valencia2
Manuel Fajín estrecha la mano de Antonio Rodríguez Miranda, tras la firma de un convenio en marzo de 2018.

Las ayudas que la Xunta de Galicia concede a los gallegos en Venezuela son “invalorables, sobre todo en estos momentos de crisis”, asegura Manuel Fajín Recarey, presidente de la Hermandad Gallega de Valencia, capital del Estado de Carabobo, donde, en la actualidad, residen aproximadamente 4.000 gallegos de primera, segunda y tercera generación. Sabido es que el país atraviesa por “un momento de grandes dificultades” y los 800 euros anuales que la Secretaría Xeral de Emigración destina a cada uno de las familias necesitadas a través del programa de ayudas individuales asistenciales son muy bien recibidos, porque este dinero supone para ellos “la diferencia entre comer y no comer; tener medicinas y no tener”, dice Fajín Recarey.

En lo que llevamos de año, se han solicitado ya en las dependencias de la entidad 150 ayudas de este tipo y se espera que la cifra llegue hasta las 180. Se trata de ayudas para la subsistencia, sobre todo de tipo alimentario, porque “en Venezuela hay hambre” y “la gente lo está pasando mal”, sostiene el presidente de la Hermandad.

Las cuantías se reparten entre personas de origen gallego que demuestran falta de recursos, lo que deberá ser corroborado por la asistente social de la entidad, a cuyas oficinas acuden los necesitados para exponer su situación y demandar colaboración.

Con 800 euros anuales, alrededor de 70 euros al mes, una familia puede subsistir comprando alimentos en los puntos de venta que les ofrece el Estado bolivariano. No podría ir al supermercado a comprar, porque allí los productos están muy caros, pero sí acceder al cupo que el Estado reparte entre los menos pudientes. Porque “el Estado esos productos los cobra, a precio bajo, pero los cobra”, corrobora Fajín.

El secretario xeral de Emigración, Antonio Rodríguez Miranda, de visita por Venezuela el pasado mes de mayo, aseguró que se trata de “una ayuda de justicia que da Galicia para todos los gallegos que lo necesitan y que desde luego puede ayudar a muchísimas familias”. Miranda pidió “a todo el mundo que conozca a alguna persona” que esté en situación de necesidad, “le ayude, la oriente, y que la dirija a cualquiera de los centros” repartidos por todo el país “como el de Maracaibo, Valencia, Puerto La Cruz y, por supuesto, también en Caracas”. El objetivo, dijo, es que “entre todos seamos capaces de no dejar a una persona en situación de dificultad que no reciba su ayuda”.

El secretario xeral también hizo un llamamiento a la población del interior y a las personas que viven de espaldas a las entidades asociativas, para que se pongan en contacto con estas organizaciones con el fin de que se les pueda suministrar los medicamentos adecuados en el caso de que los precisen.

Pero, además de las ayudas individuales asistenciales, la Secretaría Xeral de Emigración también concede a los gallegos en Venezuela ayudas para medicinas, de las que igualmente se han registrado ya alrededor de 150 solicitudes. Y es que si la escasez de alimentos en Venezuela es un problema serio, la falta de medicamentos para atender dolencias de tipo general es de extrema gravedad, por no hablar de las enfermedades más serias. En la mayoría de los casos, estos fármacos que se distribuyen en Venezuela están pensados para personas con enfermedades crónicas –como diabetes o hipertensión, entre otras–, que hacen una vida normal, pero que los necesitan para su bienestar o para evitar problemas mayores.

“El caso es que mucha gente no podría tener tratamiento si la Xunta no le manda su medicina”. Estas ayudas “son determinantes”, asegura Fajín.

Alrededor de 1.500 familias de origen gallego, de un total de 2.500, se agrupan en torno a la Hermandad Gallega de Valencia, donde participan a diario de las actividades que se programan, tanto desde el punto de vista lúdico, como deportivo o de carácter asistencial. “La gente se vincula con la Hermandad con todo tipo de actividades. Aquí se hace vida social fuerte”, asegura Fajín, quien alude al grupo folclórico integrado por 40 muchachos con que cuenta la Hermandad, a los equipos deportivos que se han formado o a la celebración de eventos de renombre, como el Día das Letras, como referente de las actividades que se llevan a cabo en la entidad. Eso por no hablar de las 30 personas mayores que a diario se citan en el Centro de Día para recibir cuidados o para participar de actividades lúdicas o de entretenimiento que les permitan llevar una vejez digna.

Para todo ello, la Hermandad también recibe partidas de la Secretaría Xeral de Emigración, a razón de 5.000 euros para contribuir a desarrollar actividades culturales o deportivas, respectivamente, o para la realización de obras en la entidad que permiten mantener las instalaciones en buenas condiciones para la vida asociativa. Para este apartado, la cuantía asciende a 20.000 euros anuales, según asegura Fajín.

Natural de A Baña, a 27 kilómetros de Santiago de Compostela, Manuel Fajín se fue con 19 años a Venezuela, donde ya se habían instalado sus padres.

Hijo de constructor, regenta una fábrica de productos capilares y, como otros muchos en el país, está a la espera de que la situación en Venezuela “empiece a mejorar”. Porque “la gente no quiere irse; la gente tiene mucha fe en esto; tienen aquí su modo de vida y les cuesta irse”, asegura. Eso es lo que les ocurre a los gallegos de mediana edad, que han preferido quedarse, frente a los más jóvenes y mayores, que han decidido abandonar el país, confiesa.