Opinión

Enmendarse o enmierdarse: Pujol y Baltar

Enmendarse o enmierdarse: Pujol y Baltar

Desde Madrid quieren dejar claro, es decir hacernos creer, que el problema de Jordi Pujol es su nacionalismo catalán, y por eso es corrupto. Esa ‘ocurrencia’ propia de mentes ‘despiertas’ como las de Floriano, Cospedal, Pons o Soraya Sáenz de Santamaría, es tan ridícula como pensar que Barcenas y el PP son un partido corrupto por ser nacionalistas españoles y no por la idea que tienen de la cosa pública como algo propio a su servicio.

Es tan despreciable Bárcenas y el Partido Popular financiándose como una organización delictiva de chinos o mafiosos del Este de Europa que Pujol y su ‘gang’ haciendo caja millonaria mientras gobernaba(n) y pidiendo respeto a quienes los acusaban de enriquecimiento ilícito.

Aquí, llegados a este punto en el Estado español no queda más remedio que, como decía Pascal, poner en duda todo dos veces. Nada es lo que parece, o aún peor, todo es lo que parece. Quieren hacernos creer, después de todas estas pruebas, que no deja de ser un hecho reducido porcentualmente, el número de políticos corruptos. Lo que no explican que esa corrupción va de la mano del que corrompe, y entonces sí que es un gran problema: el sistema está en manos del que paga y del que recibe y no de los ciudadanos, por lo tanto la idea de democracia es simplemente una apariencia. Empresarios y políticos se reparten lo público porque llegó un momento que asumieron que era de ellos.

No hay peor pecado en democracia que la corrupción. Es su cáncer. Las amantes de Miterrand, del exrey español Juan Carlos, de Hollande, de Clinton. La muerte de Diana de Gales, Carlos y Camila, Bruni y Sarkozy todo eso es nada, no afecta más que a su vida privada, no corrompe, no acaba con el sistema. La corrupción es la dictadura envuelta en el envoltorio aparente de democracia. Mientras el sistema se inocula con controles constitucionales-legales para evitar que pase esto, esos sistemas, son utilizados por los mismos corruptos, elegidos legítima y democráticamente, para seguir dando una apariencia a algo que no es.
La reciente sentencia que inhabilita para cualquier cargo público a Baltar durante varios años, un político retirado para más recochineo, manteniendo todo igual a como él lo había dejado, es una prueba más de la imperfección escandalosa de este sistema, que cuando tiene posibilidad de enmendarse lo que hace es enmierdarse.
Inhabilitar a Baltar es tanto como retirarle el carné de conducir a un ciego o quitarle un peine a un calvo. La Justicia debe tener como finalidad restituir las cosas y situaciones a como debían ser, no dejarlas igual de mal como están. Por eso las sucesivas condenas a políticos corruptos manteniendo todo el entramado humano, físico y financiero por el que fueron juzgados no deja de ser una burla a la ciudadanía.