Opinión

Día da patria galega

Explicaba hace unos días en el Vaticano Manuela Carmena Castrillo, alcaldesa de Madrid, que en el Estado español había dos realidades, una la de los corruptos en cargos públicos y en la Administración (la aparente) y otra la de la gente en la calle (la real). En el fondo las dos son reales, porque existen, lo que las diferencia son las circunstancias, que una es un tinglado y otra es patética.
Todos los 25 de julio, en Galicia existe esa confrontación entre dos realidades: la aparente y la real. La aparente está organizada por el poder político-militar-administrativo que manda con puño firme en Galicia, desde Madrid, desde 1486. Ofrendas al Apóstol Santiago, Patrón del Ejército español, que no de Galicia. Discursos que loan a España, pero no se acuerdan de Galicia sino es para realzar lo español, la unidad, contra la diferencia. Ofrendas florales al Apóstol por parte del rey español y desfile de soldados.
Todo muy alejado de lo que Castelao calificó como Santa Compaña de gallegos que en todas sus actividades actuaron como gallegos y no como foráneos. El 25 de julio Compostela y Galicia son, otra vez nos dice Castelao, “unha festa étnica”, una celebración de ser gallegos de la única forma que se puede ser: en gallego.
La realidad aparente quiere hacer una Santa Compaña aparente. Presidida por gastronomía, turismo de casas rurales, ciudades de la cultura, trenes de alta velocidad a Madrid, gallegos con acento madrileño, emprendedores y tiendas de grandes cadenas de ropa en todas las esquinas del mundo, con surfistas en playas paradisíacas y universitarios expatriados, en fin, una Santa Compaña presente en nuestro gobierno y con un pensamiento débil que a veces ni a eso llega.
Pero el Día da Patria Galega está también con las decenas de exiliados económicos, emigrantes, que como decía Castelao: “ninguén pode sentila coma nós, os emigrados, porque en tal día coma este reviven as lembranzas acuguladas, e coa moita destancia agrándase o prodixio da patria”.