Opinión

El retorno de Lucía

EN LA ESQUINA MONTEVIDEANA

En la esquina la barra del ‘Rover’ sigue a vueltas con el análisis de la fuerte crisis económica que está devolviendo al barrio a varios vecinos que llevaban años instalados en tierras españolas. El Flaco acaba de volver de Madrid con información de primera mano después de asistir al casamiento de un sobrino.

− Tito: Bueno, Flaco, tenés que aclararnos la situación de nuestros emigrantes en medio del descalabro socio-económico que se está viviendo en España. Vos recién estuviste allí hace unos días. Así que nos podés iluminar porque acá la barra anda medio perdida entre los que decimos que la cosa está muy jodida y los que suavizan diciendo que realmente, crisis-crisis, eran las que sufrimos en el Uruguay.

− Pocho: Dale, contá. Vos sos bastante tranquilo y buen observador a pesar de tu mala vista. Es un chiste que hago sabiendo que si tus estudios de Arquitectura te permiten diferenciar –sin ponerte los lentes– un ‘Velázquez’ de un ‘Murillo’; sabrás discernir si hay poca o mucha crisis en nuestra hispánica vieja patria.

− Don José: Lo primero es felicitarte por gastarte los mangos en un evento familiar. Al final, con el paso del tiempo, caemos en la cuenta de que lo único importante es la familia y los sentimientos. Lo digo porque otros en tu caso no le darían bola al casamiento de un sobrino que casi no conocés y con el que tuviste escaso trato por motivo de la distancia.

−Flaco: Bueno, amigos, la verdad es que el primer sorprendido soy yo. Ustedes me conocen, soy poco viajero y nada amigo de las aventuras, se acordarán las vueltas que le di al primer viaje de laburo al Chaco. En este caso fue muy emocionante el poder reunirme con mis dos hermanos emigrantes, Elisa y Miguel. En la reunión recordamos la historia de cuando el desfile de carnaval pasaba por Propios y desde la azotea de Gildito le tirábamos bombas de agua a las carrozas. Nos reímos mucho pero también certificamos, con resignación, que una rama de la familia echará raíces en la capital española. Creo que hablamos más del Pepe y de las dos yerbas, del mate y de la marihuana, que de los más de 6 millones de desempleados que hay en España.

− Tito: Te entiendo perfectamente cuando lamentás el tener lejos a una parte de la familia pero por lo menos tu sobrino tiene laburo. Algo que escasea allí y que de rebote nos favorece a nosotros. En tu caso, por ejemplo, se equilibra la balanza al volver tu sobrina Lucía, la hermana mayor de Ignacio. La conocí muy joven de cuando laburaba en la farmacia ‘San Roque’. Un sobrino permanece y otro vuelve, es una nueva realidad a la que nos tenenos que adaptar. Habrá que pasarle la factura a los milicos golpistas que forzaron la huída de miles de familias.

− Pocho: Si mencioné a dos grandes pintores españoles es porque supongo habrás ido al Museo del Prado. Se me ocurre que el museo es un ejemplo de la más que contradictoria crisis económica en España. Digo yo que en las diferentes salas del Prado habría cantidad de visitantes y casi todos turistas extranjeros. Muchos comprarían recuerdos en la tienda del museo y luego buscarían una mesa en los bares del alrededor para escribir sus postales. Me parece que con la guita que mueven en un día en Madrid los turistas, nosotros vivimos todo el año con la panza para arriba. ¿Me entendés?

− Don José: Quiero recordar a la familia uruguaya desperdigada por el mundo. Soy de la opinión que es muy distinto el vivir en Madrid, Sydney o Toronto. Todos son emigrantes y por lo tanto sienten los mismos dolores nostálgicos al añorar un candombe o una canción de Zitarrosa. A lo mejor soy un boludo al afirmar que sos menos emigrante si vivís en la hermosa ría de Vigo y laburás en una pizzería frente al mar a la que le pintaste una bandera a rayas azules y blancas con tres grandes letras: ‘ROU’. Acepto que los euros-dólares ayudan pero el sentirse integrado en una nueva sociedad no tiene precio. Se imaginan la alegría que sentí cuando hace unos años entré en una tienda de Santiago de Compostela, al ladito de la catedral y me encontré con un banderín de Peñarol colgado junto al mostrador. La propietaria bajó de un barco en el puerto de Montevideo con 18 meses de vida. Se recibió de maestra en plena dictadura. Me contó que si le puso al comercio el nombre de ‘Lembra’ [que en gallego significa recuerda] fue para no olvidarse de su feliz infancia jugando con su amiga Rosa María en la vereda de la calle Nueva York.

−  Flaco: Ta, es cierto que quizás para andar por el mundo es mejor no ser tan ricos en sentimentalismo. Es una herencia honrosa que nos dejaron los miles de ‘gayegos’ y ‘tanos’ que anidaron en la orilla de la verde Banda Oriental. El tener que dejar el país es una cagada que nos empobreció a nivel económico pero por otra parte, creo sinceramente que nos hizo más cultos. Ojo, no estoy diciendo más educados. Al vernos lejos comenzamos a valorar una identidad y cultura propias que antes nos parecía escasamente original o casi inexistente. En los pocos días que estuve en Madrid me percaté de que el emigrante sigue unido por ciertos detalles que tienen relación con el corazón y los sentidos. Nadie echaba de menos el no tener un mango en el bolsillo cuando ibas a los bailes en el ‘Aguada’ o en el ‘Cesope’. El recuerdo masculino era para aquel lindo pelo rubio de Stella de la calle Soria o para la estupenda melena castaña de Elsa de La Teja. A lo mejor estoy payando pero me parece que la evocación de los tiempos felices –lejos del escenario montevideano– es el mejor antídoto en contra de la peste globalizadora que nos quiere convertir en súbditos sumisos de unos cuantos avarientos empresarios financieros que se adueñan de nuestras vidas para aumentar su patrimonio.

−  Tito: Pero, Flaco, me sorprendés. Vos que andás siempre tan sosegado y ahora te destapaste después de unos días en Europa. Que se vayan preparando en AFE que venís con ánimos renovados para mover la locomotora oxidada de nuestros viejos ferrocarriles. Estoy de acuerdo en todo lo que decís, pero te fuiste a la quinta de las albahacas. Lo que me interesa es saber tu opinión sobre la crisis en España. ¿Es un desastre? ¿Es un toque de atención a los trabajadores? ¿Es el comienzo de una nueva era capitalista en el norte?

−   Pocho: A mi no me sorprende que el Flaco vuelva bastante calentito. Nunca fue de muchas palabras, es cierto. Habla sin exaltarse pero defiende con razonamientos sus ideas. Se acordarán que nos convenció para votar al MPP. Nosotros, medios ‘latas’, nos pasamos a una agrupación que hasta ayer nomás la considerábamos formada por una docena de locos ex tupamaros. El Flaco nos fue llevando. Nos chamuyó bien de bien. Ahora apoyamos con convicción al sector más serio del Frente Amplio que es el que está empujando el crecimiento en el país para así acabar con la pobreza y la exclusión social. Creo que nuestro noble compañero está hirviendo al ver la confianza ciega del votante español en una línea política que en el Río de la Plata fracasó y nos hundió en la miseria durante 30 años.

− Don José: Al final hablamos nosotros y no escuchamos lo que piensa el Flaco sobre la gran crisis que nos está devolviendo al paisito a amigos, conocidos y vecinos del barrio. El caminar por las calles de Madrid, creo, es la mejor escuela para ver lo que está sucediendo. No semeja que sea un problema puntual como nos quieren vender los gurús del afane internacional. Algunos economistas afirman que en un año España está afuera del pozo o por lo menos en el borde del brocal. Mis años me indican que no es posible tal optimismo. Estamos delante de un fuerte castigo a los más beneficiados de la socialdemocracia, es decir, a la clase media. En España entra mucha guita por las exportaciones y el turismo pero no veo una redistribución de los ingresos para ir creando puestos de trabajo que saquen del paro a 6 millones de personas. Más bien el proceso es que los poseedores de un millón de euros pasan a tener dos millones mientras el empleado que cobraba 1000 euros; percibe 700 o 750.

−  Flaco: Tiene razón don José al hablar de aprender caminando por Madrid. Iba con mi hermano Miguel por Vallecas y al pasar al lado de una larga cola de gente de diferentes edades le pregunto sobre aquella aglomeración. Me informa que son   personas que esperan turno para comer gratis en un centro de ayuda social de ‘Cáritas’. La mayoría estaban bien vestidos, no me parecieron marginados. Eran mujeres y hombres desempleados con una hipoteca e hijos a su cargo que de la noche a la mañana se vieron sin un peso en el bolsillo. Un ejemplo que entenderán perfectamente es el retorno de mi sobrina Lucía. Si bien no se muere de hambre gracias a que el marido hace unas changuitas con el suegro repartiendo en una furgoneta; su nivel de vida se le fue al tacho. Antes entraban dos sueldos en la casa pero ahora tienen que  ajustarse para poder criar a los dos hijas nacidas en España. Se vuelven porque para vivir con estrecheces es mucho mejor en la propia patria. El esposo de Lucía, Sandro, además de buen laburador es un experto en logística de distribución. Confía en encontrar trabajo en su profesión. Se viene muy animado y con un plan alternativo de futuro. Quiere producir y comercializar ‘Miel de Butiá’. Hablará con amigos que tiene en Castillos para que lo apoyen en su petición al Ministerio que corresponda para que la miel rochense tenga ‘Denominación de Origen Protegida’. Así, solamente llevará el sello de garantía el producto elaborado con los frutos de las palmeras de Rocha. ¿Qué les parece? Sandro se fue de su pago sin mirar para las palmeras y ahora vuelve pensando en ellas. No sé bien pero a lo mejor la emigración es simplemente un sonido, un olor o un sabor que se nos gravó en alguna parte del cerebro.