Opinión

Secuestros en Siria

Haciendo una necesaria reflexión, habría que concluir que el aprecio popular al gobierno de Siria debe ser inmenso. Una de las campañas mediáticas y militares más sucias de la historia reciente no ha podido tumbar al demonizado gobierno de aquel país. La campaña fue más manipuladora y efectiva que las que propiciaron las invasiones de Irak o Libia, países que hoy sufren una violencia todavía mayor pero que es absolutamente silenciada por la prensa. Se lanzó una campaña a nivel mundial con acusaciones infundadas contra el gobierno, se financiaron tropas mercenarias desde Occidente y desde las grandes tiranías árabes (sí, las peores tiranías árabes: esas que financian equipos de fútbol españoles o carreras de coches y motos aplaudidas por los españoles) para enviar sicarios de Al Qaeda a derribar el gobierno de Siria. Los grandes periódicos que, cumpliendo órdenes imperiales, animaron y alimentaron este baño de sangre no saben cómo encajar e informar de la aterradora violencia ejercida por el bando que ellos mismos crearon. Qué curioso que los países de raíz musulmana más castigados por Occidente sean aquellos donde hay más libertad política, las mujeres tienen más derechos y la ciudadanía, sin distinción de género, tiene más estudios y mayor reparto de riqueza; mientras la prensa europea se pliega babeante ante los aberrantes tiranuelos saudíes y compañía. Es precisamente este bando -que los periódicos describían como 'rebeldes'- de criminales y violadores procedentes de los lugares más perros del mundo el que se ha cebado con los propios corresponsales de la 'prensa amiga'. Hoy son estos terroristas que invaden Siria disfrazados de oposición rebelde los que secuestran periodistas españoles y asesinan a colegas de varios países (de los periodistas sirios progubernamentales que han sido asesinados por los mercenarios no se dice una puñetera palabra). Hubo un tiempo en que los corresponsales eran sencillos contadores de historias, hombres libres y casi aventureros que retrataban lo que veían y lo contaban tomando bastante perspectiva. Hoy las grandes empresas periodísticas son instrumentos de primer nivel estratégico, un arma más, que son determinantes, son el detonante en la creación de un conflicto militar, en la creación de un enemigo, de un crimen. Son empresas que toman partido y no tienen escrúpulos en crear, a base de mentiras, una invasión que jamás debió tener lugar. Dependientes política y accionarialmente del imperio, han condenado y convertido a sus corresponsales en carne de cañón en medio de la locura que es una guerra civil con mercenarios que no tienen ningún tipo de freno. Es terrible la situación en la que se encuentran estos colegas de profesión a los que todos deseamos su pronta liberación (la gran mentira no la escriben ellos: se escribe en la Redacción central). Es casi tan terrible como la locura de sangre y muerte que sufre ese país que a usted, lector, le importa un carajo gracias a lo que le han contado esas empresas periodísticas.

[email protected]