Opinión

‘A Rianxeira’ y Castelao

Hace unos años recibí una llamada telefónica desde Madrid, pidiéndome información sobre temas de inmigración. La persona que hablaba conmigo me dijo que era hijo de gallegos. Que residía en Madrid, desde hace más de quince años, que tenía la nacionalidad española y que su hija había llegado desde Buenos Aires ‘escapando’ del gobierno de De la Rúa. En Madrid hacerle la documentación era casi imposible. Hablamos de los pasos a dar, de los documentos que necesitaba.

‘A Rianxeira’ y Castelao

‘A Rianxeira’ y Castelao

Lois Pérez Leira

Hace unos años recibí una llamada telefónica desde Madrid, pidiéndome información sobre temas de inmigración. La persona que hablaba conmigo me dijo que era hijo de gallegos. Que residía en Madrid, desde hace más de quince años, que tenía la nacionalidad española y que su hija había llegado desde Buenos Aires ‘escapando’ del gobierno de De la Rúa. En Madrid hacerle la documentación era casi imposible. Hablamos de los pasos a dar, de los documentos que necesitaba. Hasta que me dijo que su padre, Anxo Romero, había sido el autor de la música de la ‘Rianxeira’. Ante mi asombro, le dije: “¡A Rianxeira!” –Pero si yo pensaba que era una antigua canción popular–. Por momentos, dejé de escuchar a mi interlocutor telefónico y mi imaginación se trasladó al Buenos Aires de mi infancia y juventud. A las fiestas de fin de año, donde toda la familia recién llegada, nos reuníamos en una mesa donde nunca faltaba el bacalao y el pulpo con patatas. Y a partir de las doce de la noche, religiosamente todos, desde los más pequeños hasta los más grandes, cantábamos ‘A Rianxeira’. Era nuestro verdadero himno. La canción que nos hacía transportar a nuestro Vigo, a nuestra Galicia aún llorada y que aún sangraba.

Nuestra imaginación hacía posible que, al mismo tiempo, nuestros seres queridos, allá a lo lejos, hacían los mismos coros y golpeaban la misma mesa, acompañando la música y las canciones que habían cantado nuestros antepasados. Después llegaban las lágrimas, los besos, los recuerdos...

Seguimos hablando de su padre, de las canciones que había compuesto, de su participación en la Sociedad de Rianxo, de tantas cosas que teníamos en común.

Después de casi media hora de conversación, en un ambiente ya familiar, como se estila en la Argentina, quedamos que se trasladarían a Vigo con la documentación, para gestionar el permiso de residencia. Antes de despedirnos me prometió traer todas las cosas que tenía sobre su padre. El primer disco original grabado con este tema, material de archivo, etc.

Así fue cómo, a los pocos días, nos encontramos en las oficinas de CIG-Migración. De los papeles de su hija hablamos poco, con la colaboración de la policía de extranjería de Vigo –quien de antemano conocía esta historia– con buena predisposición, pudimos hacer posible la documentación de Silvina.

Aquel encuentro fue muy interesante, de primera mano pude conocer algunos aspectos de la historia de la emigración que yo desconocía.

Al mes de este encuentro, me traslado a Buenos Aires, junto a Manuel Mera, para inaugurar una exposición sobre el exilio gallego, que realizó nuestro Departamento de Migración, la cual sigue expuesta permanentemente en la Federación de Sociedades Gallegas.

En aquel viaje coincidí con la nieta de Romero, que iba a intentar sacar la ‘Plata del Corralito’ con el fin de radicarse definitivamente en Madrid.

De antemano, habíamos acordado entrevistarnos con su abuela con el fin de hacerle una entrevista y poder reproducir su archivo fotográfico. Así fue cómo, una mañana del verano porteño, nos acercamos con Silvina hasta el barrio de la Boca, acompañados por las infaltables ‘Facturas’ (bollería argentina) para acompañar el mate.

Doña Concepción, que nos estaba esperando con sus 80 años de hermosura, nos abrió la puerta. En aquella mañana, se había puesto su mejor ropa de calle y hasta había ido a la peluquería, el día anterior. Estaba un poco nerviosa, tenía que recibir a su nieta y a un periodista desconocido, que quería saber la historia de su marido.

Después de empezar el mate y abrir el papel que contenía las facturas, comenzamos a mirar los centenares de fotos que recorrían toda su vida. La grabadora me iba acompañando, para que no se escapara ningún recuerdo.

Por momentos teníamos que hacer algún descanso. La carga emotiva que había en el relato lo requería.

Nos cuenta que el autor de la música había sido su marido y el autor de la letra Xesús Frieiro Dourado, un hijo de emigrantes gallegos que había nacido en Cuba y que desde muy joven había llegado a Buenos Aires. ‘Pinciñas’, como lo llamaban, vivía con la familia Romero y era muy rápido haciendo letras.

Mientras mi marido –prosigue– tenía un negocio... y como vocación tenía una Rondalla que animaba las fiestas de la colectividad.

En la entrevista voy descubriendo por las fotos que Anxo Romero no solamente era republicano, como me había contado su hijo, sino también tenía un fuerte compromiso político con el galeguismo. En aquellas históricas fotos, verdaderas joyas, estaban Castelao, Rey Baltar, Rafael Dieste, Antón Baltar, Suárez Picallo, etc.

Silvina seguía con el mate, descubriendo historias que nunca antes había escuchado o que seguramente no le había dado importancia. Ella también comenzaba a sentirse orgullosa de su historia familiar.

Intenté dejar para lo último la historia de la ‘Rianxeira’, pero tenía miedo que doña Concepción se cansara de hablar, su salud no era buena y se agitaba con los recuerdos. Fue ella mismo la que tomó la iniciativa de contarme lo que hasta ese momento no sabía y creo que desconocemos. “Mi marido era por aquellos años presidente de la Sociedade Parroquias Unidas do Concello de Rianxo en Buenos Aires, teníamos la sede en los locales del Centro Betanzos. Tanto Anxo Romero como yo éramos galeguistas, formábamos parte de las Irmandades Galegas (Partido Galleguista). Con Castelao nos unía una gran amistad y cariño, éramos vecinos de Rianxo, nosotros teníamos mucha amistad con su familia, especialmente con Manuel Rodríguez Castelao e Sixto Aguirre asesinados en 1937. A él le gustaba visitar nuestra sociedad. Cuando fue nombrado ministro de la República en el exilio, se trasladó con Virginia a vivir una temporada a París, donde residía el gobierno republicano. En 1947 después que deja este cargo, regresa en barco a Buenos Aires haciendo escala en Montevideo. Una tarde, en una reunión del Centro Rianxo, mi marido le propone a ‘Pinciñas’ y a la directiva, preparar una canción para recibir a Castelao en el puerto de Buenos Aires. Todos aceptaron la idea. En la directiva se conversó cómo podría ser la canción. Si triste, si alegre... Y llegaron a la conclusión, que tenía que ser representativa de Rianxo, de su tierra natal, donde la virgen de Guadalupe, patrona de nuestra villa, fuera el tema central de la canción. Así fue como nació ‘Ondiñas da nosa ría’, como la bautizamos en Buenos Aires. Durante varias semanas se fue componiendo la canción con apuro y mucha ilusión. En septiembre de 1947 estábamos centenares de personas esperándolo en el puerto. Los de Rianxo como siempre, como si fuéramos su familia estábamos todos”.

Las palabras de Doña Concepción se quebraron de emoción y de lágrimas. –Lo quisimos mucho a Castelao, fue nuestro verdadero guieiro. Un día después de su llegada le realizamos un banquete de bienvenida, donde por primera vez le cantamos esta canción–. La voz de doña Concepción rompe en lagrimas. Y

balbucea –tanto yo como mi marido fuimos muy galleguistas, muy galleguistas, lo quisimos mucho a Castelao–.

Silvina dejó de cebar mate, la grabadora se quedó sin pilas. Y un pitillo fumado a escondidas, en una ventana, nos dio la pausa necesaria para contener el aliento y seguir viendo las fotos que faltaban.

Después la historia es más conocida. Se edita el primer disco en la famosa RCA Víctor, los oportunistas de siempre se apoderan de la historia y de las canciones, y hoy ‘A Rianxeira’ es un himno del Celta de Vigo y sigue siéndolo de los emigrantes.

Mis recuerdos vuelven a revolotear todos los años transcurridos. En mi imaginario de niño emigrante, vuelvo a emocionarme, cuando repaso mis fotos familiares, de aquellas fiestas donde solamente nos separaba tan solo el océano. Aún veo a mi madre bailar una muñeira con mi tía Herminia y a mi tío Constante y a mi primo Tantito cantar nuestras canciones de toda la vida.

Y la ‘Rianxeira’ nos acompañaba en nuestras alegrías y en nuestras tristezas. Después llegaba el momento de contar historias, la guerra civil, los paseados, mis abuelos presos. Cuantos recuerdos…

Ahora aquella música que tanto nos acercó de mar a mar es la canción de los jóvenes, de los que todos los domingos acompañan al Celta, los que sufren por los colores patrios. Me gustaría que ellos sepan esta historia. Que en sus cantos recuerden a Castelao, que tengan memoria como pueblo. Que sepan de todo el sacrifico de nuestra emigración.