Opinión

Viladonga, Cospeito y Mondoñedo, tierras de Lugo

Viladonga, Cospeito y Mondoñedo, tierras de Lugo

Iniciamos nuestro camino algo más hacia el norte de la provincia de Lugo. En Castro do Rei nos topamos con el pasado histórico de los milenios, cuando los habitantes de estas hermosas tierras dejaron de ser nómadas y se asentaron en poblados ‘castreños’, tales como el de Viladonga. Entramos en el museo e imaginamos que antaño entre estas ruinas existieron viviendas y calles.
No distante de aquí, visitamos el monasterio de Santa María de Meira. Austero y pleno de sobriedad, el recinto constituye el testimonio pétreo del asentamiento de la Orden religiosa del Císter en el territorio español. Fecundas y pacíficas tierras que convidaron al asentamiento de esta comunidad a lo largo de esta comarca. Y a buen seguro que igualmente hallaron en el nacimiento del río Miño –en el Pedregal de Irimia y en la Sierra de Meira– otro beneficio para continuar su premisa fundamental: Ora et labora. Del vetusto monasterio tan sólo se conserva un tramo de una puerta que da al claustro de las procesiones, parte del claustro renacentista, además de la iglesia. Fijamos nuestra atención en los herrajes románicos de la puerta de la fachada, correspondientes al siglo XII. Se trata de una de las pocas de su estilo que pueden admirarse en toda la geografía española. Hacemos un giro y he ahí la insólita espadaña de tres campanas en lo alto del muro.
Si ahora damos un nuevo ‘salto’ en el cosmos espacio-temporal, apreciaremos la evolución de la sociedad en las obras de ingeniería civil. El acrecentamiento de la población dio origen a las mejoras de las formas de molienda. Los molinos de mano –aquellos que constan de dos piedras de acción manual– dan el relevo a los molinos hidráulicos. Y los encontramos en la ‘ruta de los molinos’ de Castroverde. Asimismo visitamos en este enclave el Molino de Lamela: uno de los escasos en Galicia con noria exterior. Prosiguiendo el agua y sus proteicas formas de aparecer en medio de la Madre Naturaleza, nos detenemos en la laguna de Cospeito, donde contemplamos su diversa riqueza natural. Muchas especies de pájaros acá anidan, aparte de algún insólito animal oculto dentro de este hábitat. De improviso… cerramos los ojos. La imagen del paisaje y nuestra mente comienza a aflorar y asociar intuiciones e ideas. ¿Por qué no va a ser cierto que debajo de estas aguas existe una aldea sumergida?
Vamos en dirección hacia una de las antiguas capitales del denominado “Antigo Reyno de Galiza”, que no es sino Mondoñedo. El monótono sonido de las muelas ya no acompaña el curso del río Valiñares a su paso por el barrio de ‘Os Muiños’. Recorremos las casas junto a la corriente así como el armazón de puentes y corredores que motivan el hecho de que entre la población local sea nombrado este espacio como “la Venecia”. “¡Tarta de Mondoñedo!”, nos ofrecen, al llegar, sus vecinos. Hojaldre y bizcocho, almendra y frutas confitadas, ¡ah!, y el inevitable “cabello de ángel”. Amada cuna del maravilloso escritor y persona que tuvimos el privilegio de conocer en Vigo: Don Álvaro Cunqueiro y Mora Montenegro. Henos ahora ante el monasterio de San Salvador en el fértil valle de Lourenzá, célebre por sus habas cuya fiesta se conmemora el primer domingo de octubre. En este cenobio admiramos el sepulcro de su fundador, el conde Osorio Gutiérrez, “o Conde Santo”. El último sábado de agosto es su fiesta. Aquel que meta un dedo por el agujero de la parte baja de la urna y logre tocar los huesos del conde, ¿verá cumplido un deseo?