Opinión

‘Ushuaia’ y el nombre de ‘Susana’, en Tierra del Fuego

“Al conjunto de pobladores fueguinos corresponde una cincuentena de topónimos interiores. Los nombres de Ushuaia, Río Grande, Almanza y Tolhuin se oficializan por decretos gubernamentales; los del camino de Ushuaia al Lago Fagnano pertenecen a policías y guardiacárceles; los demás corren por cuenta de los colonos”, afirma el reconocido historiador y lingüista vasco Juan E. Belza en su nunca bien ponderado libro Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.

‘Ushuaia’ y el nombre de ‘Susana’, en Tierra del Fuego

Ciertamente, no es fácil compaginar la gesta del poblador y la del topónimo oriundo, que brota de modo paulatino. Se trata de un desarrollo privado y en soledad, por lo cual muy desconocido para los normalizadores de nomenclaturas. He ahí al viajero y al explorador, al turista y a los nómadas, en general. Física y publicitariamente arriban, en primer lugar, a los organismos de fiscalización geográfica. En todo caso, las nomenclaturas ideadas familiarmente en torno de una estancia o un puesto, de un destacamento policial o de una hostería; asimismo, alrededor de colonos y capataces, peones u oficiales, posaderos, soldados o gendarmes, se demoran mucho en oficializarse.

No es sorprendente, por tanto, que existan en Tierra del Fuego lugares con doble nomenclatura. El Derrotero Argentino ha cubierto, merced a su eficacia, la mayoría de las necesidades toponímicas. “Resulta difícil, por ejemplo –señala el admirado Belza–, tener explicaciones acordes sobre el origen del ‘monte Susana’, tan familiar a los ushuaienses. La mayoría de los intérpretes se inclinan a informar que se refiere a la esposa de uno de los primeros gobernadores argentinos”. “Naturalmente, se angustian –continúa el historiador de raíz vasca–, cuando se les explica que el topónimo ya lo registraba Sáenz Valiente en 1899, y que para esas fechas sólo pasaron por Ushuaia tres gobernadores, Paz y Cornero, célibes; y la señora de Godoy, el tercero, se llamaba Virginia Muguerza”. El señor Belza nos recuerda que casi les resultaba escandaloso admitir como viable, si bien no definitivo, el que no puede tratarse sino de una “deformación” prosódica de “cuerno” o “monte de Ushuaia”, así bautizado por la expedición de Martial en 1882.

Ahora mismo, estoy ante el retrato del General Julio Argentino Roca, quien vio la luz en 1843 para fallecer en 1914, el presidente fundador de Ushuaia. Este lugar era la estación de subprefectura naval, levantada por el comodoro Lasserre, al borde de la bahía de “Ushuaia”, junto a la caleta “Alacushuaia”, y frente a la Misión anglicana, con la que sólo se comunicaba por agua. Cerca de la desembocadura del río Olivia, este puesto de la subprefectura había sido paradero de los aborígenes “yamanas”. No obstante, el mayor campamento indígena no fue descubierto hasta 1927 por Teodoro Aramendía, investigador de sus “conchales”. Esta “Ushuaia prehistórica” venía, al parecer, de siete mil años atrás. Ahora bien, la subprefectura de Ushuaia fue inaugurada con la “afirmación del pabellón” el 12 de octubre de 1884. Los nombres de las calles de esta población se pueden agrupar en catorce rubros, como “fechas históricas”, “descubridores” o bien “próceres, personas y cosas de estimación nacional”.

He ahí la “pirámide” y, al fondo, el hotel “Albatros”.