Opinión

El sepulcro del Apóstol Santiago y su descubrimiento

Entre las muchas preguntas que nos podríamos formular, una de ellas sería: ¿En qué documento se hace referencia a la traslación del cuerpo de Santiago? Hasta la fecha, las noticias más remotas se hallan en unas adiciones al Martirologio de Floro, obispo de Lyon, marcadas a mediados del siglo IX, donde se relata que los restos del Apóstol Santiago, ‘protomártir’, fueron enterrados ‘frente al mar Británico’. Decapitado por Herodes Agripa, los discípulos de Santiago arribaron con su cuerpo a Galicia.
El sepulcro del Apóstol Santiago y su descubrimiento

Entre las muchas preguntas que nos podríamos formular, una de ellas sería: ¿En qué documento se hace referencia a la traslación del cuerpo de Santiago? Hasta la fecha, las noticias más remotas se hallan en unas adiciones al Martirologio de Floro, obispo de Lyon, marcadas a mediados del siglo IX, donde se relata que los restos del Apóstol Santiago, ‘protomártir’, fueron enterrados ‘frente al mar Británico’. Decapitado por Herodes Agripa, los discípulos de Santiago arribaron con su cuerpo a Galicia.

Lo enterraron en los alrededores de Iria Flavia –hoy, es decir comarca de Padrón– y allí construyeron la denominada ‘Arca Marmórea’, además de un altar. Refiere la tradición que la barca portadora del cuerpo, al arribar, fue atracada junto a una columna –asimismo llamado ‘pedrón’– de piedra, la cual otorgó su nombre a la villa de Padrón. Aquel exacto lugar conservó el nombre de ‘Barca’. Ahora bien, ¿cuándo fue encontrado el sepulcro del Apóstol Santiago, cuya memoria se había perdido debido al transcurso del tiempo y de las invasiones de los bárbaros?

Fue hallado durante el reinado de Alfonso II el Casto, entre los años 812 y 814 –tal vez el 24 de julio del 813–, poco después de la Coronación de Carlomagno en San Pedro de Roma. La Historia Compostelana nos relata el hecho de su candorosa y emotiva latinidad. Tal relación fue recogida más tarde por el Libro de los Caballeros Cambeadores, escrito en la bella prosa gallega. En ambos se refiere que “cantos angélicos y luminarias maravillosas” avisaron al eremita Payo o Pelayo, quien celebraba misa a los vecinos de San Fiz, en lugar “silvestre y apartado”. Una vez avisado Teodomiro –obispo de Iria Flavia–, tras extensa preparación con “penitencia y ayunos”, fue descubierto el sepulcro contenido en un reducido ‘edículo’ enlosado en mármol. El Codex Calixtinus y la Carta del Papa León II mencionan el enterramiento del Apóstol con los restos de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. 

¿Y qué significado tiene ‘Compostela’? Más poéticamente sería ‘Campus Stellae’ –‘campo de estrellas’–, así como también ‘Campus Apostoli’. Filológicamente hablando, los etimólogos se inclinan por su origen en ‘Compositum’ –esto es, ‘pequeño cementerio’–, que nos remite al lugar próximo a la Catedral: la ‘Plaza de la Quintana’. ¡Ay, ‘quintana de vivos e mortos’, que cantaría nuestra eterna voz dictada por Rosalía de Castro!

¿Quién fue, no obstante, el ‘constructor’ de la primera catedral erigida en honor de Santiago a raíz del hallazgo de su cuerpo? Alfonso II el Casto –rey de Asturias– fue quien ordenó alzar sobre la tumba del Apóstol una pequeña basílica de piedra y arcilla. Aunque lo cierto es que, al principio, Compostela no era sino un grupo de cenobios o monasterios, por así decirlo, semejante a una antigua ‘Tebaida’. Todo el Occidente cristiano conoció este hallazgo. El poeta y filósofo árabe, nacido en Jaén, Algazal, escribe de este modo el año 845: “Su kaaba es un ídolo colosal que tienen en el centro de la iglesia; juran por él desde las partes más lejanas, desde Roma lo mismo que desde otros países, acuden a él en peregrinación y pretenden que la tumba que se ve dentro es la de Santiago, uno de los doce apóstoles y el más querido de ‘Isa’: descienden sobre él la bendición y el saludo de Dios y sobre nuestro Profeta”.