Opinión

Natalia Bolívar y Emilio Reyes desde la magia de La Habana

“En realidad, ¿qué son los ‘sarayeyes, ebbó, ebbora, addimú, ebbó iparo ori, eddi y bilongos? Podemos explicarlos en su conjunto y a cada uno de ellos por separado. Cuando por alguna razón poderosa nos dirigimos a los oráculos propios de la ‘Regla de Ocha’ –el “Diloggún o el oráculo de Ifá”–, para consultar problemas acerca de nuestra vida diría como, por ejemplo, la pérdida del trabajo, trastornos en la salud, conflictos matrimoniales o amorosos imposibles, muertos que nos acompañan y no nos dejan vivir en paz por una mala jugada del destino, estos sistemas de adivinación nos dirán las formas de evitarlos o superarlos, de acercarlos o desprendernos de ellos”, escribe en su breve ‘Introducción’ la ensayista y reconocida etnógrafa cubana –nacida en La Habana en 1934– Natalia Bolívar Aróstegui al frente de su obra titulada Cuba. Imágenes y relatos de un mundo mágico –acompañada de las necesarias fotografías de Emilio Reyes Pérez–, Ediciones ‘Unión’, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, La Habana, 1997.

Natalia Bolívar y Emilio Reyes desde la magia de La Habana

He ahí las fórmulas, concedidas por las tiradas y las letras u “oddunes” del “Diloggún” o de “Ifá”, que nos conducirán hacia el término de las tribulaciones. A fin de lograr esta diana, los medios recomendados por el “santero” o el “babalawo”, es posible ir desde situar un vaso de agua, sencilla y fácil la fórmula, hasta los más complejos como los “paraldos”, llevados a cabo para “quitar los muertos que llegan a perturbarnos”, esto es, los denominados “muertos oscuros”.

“Así, el ‘sarayeye’ es la acción de limpieza y purificación realizada sobre una persona, en la casa, en el trabajo –concreta la historiadora de la tradición popular cubana Natalia Bolívar Aróstegui–. Su objetivo es el desenvolvimiento de quien lo realiza”. Establece, por ejemplo, que en un “baño depurativo” se emplea agua de río, de mar o, también, de lluvia; se hierven y se toman “tres baños cada viernes”. Igualmente se puede baldear la casa, lo que sirve para evitar lo malo que ha entrado en el “ilé”, con lechuga, perejil, canela, “oñi”, agua y huevo. Se une todo ello y se baldea la casa desde adentro hacia fuera. Asimismo, se le puede agregar hielo.

Natalia Bolívar, merced al trabajo fotográfico de Emilio Reyes, recorre parques y avenidas de La Habana, hallando las raíces de su sagrada “ceiba –“iroko”– y en el cementerio –Ilé Yansá”– paulatinamente descubre también frutas, como naranjas, piñas, plátanos, “mameyes” y cintas de variados colores, algunas en número de 9, el cual identifica a “Oyá”, poderosa “orisha” de tempestades y remolinos: guerrera que es dueña de ejércitos de “Egguns”, temidos tanto por las deidades como por los hombres.

De igual modo, ambos investigadores encuentran muñecas vestidas y colocadas en las tumbas más antiguas de Guanabacoa y Regla. En algunas de ellas observan rejas y cadenas con restos de plumas, “trabajos” de “Ochosí”, el patrono–protector de las personas con dificultades ante la justicia, por ejemplo. Un “cosmos religioso” que nos remite al “encuentro” de su cultura, tan autóctona como la palma, el ron o el tabaco. Hallan las ofrendas de comidas y dulces en sus más variadas formas como “panetelitas” borrachas, arroz con leche o harina dulce, para brindar a la deidad tutelar.