Opinión

Natalia Bolívar Aróstegui y el “mundo mágico” de Cuba

“El hombre, a lo largo de toda su existencia, busca la supervivencia, en cualquier estadio, en cualquier sociedad; así también busca cualquier manifestación religiosa. En este trabajo trataremos la manifestación conocida como ‘Regla de Ocha o Santería’. Los practicantes de esta manifestación, tan antigua como antigua es la Humanidad, provinieron del vasto territorio de los ‘yorubas’ –disciplinados, organizados, ricos en bronce, oro y marfil– y han dejado sus huellas en las artes del mundo entero mediante la simplificación de sus líneas y el abstraccionismo del hieratismo, en máscaras y figuras de belleza inigualable, al atravesar el océano Atlántico entre los siglos XVI y XIX”, leemos en la ‘Introducción’ del libro Cuba. Imágenes y relatos de un mundo mágico, ediciones ‘Unión’, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Ciudad de La Habana, 1997. Monografía elaborada por Natalia Bolívar Aróstegui y cuyas fotografías corresponden a Emilio Reyes Pérez.

Natalia Bolívar Aróstegui y el “mundo mágico” de Cuba

“A Guillermo Jiménez, hijo directo de Obbatalá, “okunrin moyé, laiyá, lágbara”, nos indica Natalia Bolívar en su dedicatoria. Al frente del libro asimismo leemos el soneto titulado “En una isla del Mar Caribe”, escrito por Guillermo Jiménez Soler, cuyo primer cuarteto expresa: “Yo nací en una isla del Mar Caribe/ donde el ‘orisha’ protege al cubano/ y preserva que ni su templo llano/ ni el de la caoba igual se derribe”.

Preciso es señalar que en “Oché Meyí, oddum” de “Ifá” –perteneciente al sistema adivinatorio de su sagrada tierra, el “Ilé” de “Ifé” –donde nace, en Nigeria, la civilización– se guarda toda la enseñanza de “Olofi”, dios supremo, así como la condena a sus descendientes de atravesar como esclavos el Atlántico y portar sus conocimientos a los conquistadores, usurpadores de las tierras de los antiguos pobladores autóctonos, los aborígenes americanos. “Los negros creyentes en los ‘orishas’, cuando se hunden o mueren en la tierra, van volando a África”, expresaban los negros de la Cuba colonial. La “Regla de Ocha o Santería” se define como “el culto de los fundamentos –asientos de sagradas deidades de las cuales son dueños absolutos– y también de las fuerzas de la naturaleza y sus poderes mágicos, en sus “ewes” o en sus aguas, materializados mediante ritos esotéricos que la determinan y, a la vez, la distinguen entre ellas”.

“Este culto está presente y se establece en la riqueza de matices del arco iris del pueblo cubano –asevera la admirada etnógrafa e historiadora Natalia Bolívar–; también en sus comidas, costumbres, bailes, música, cantos, supersticiones, sistemas adivinatorios y, en fin, en el diario quehacer en la búsqueda de nuestra identidad”. Resaltemos que en “Ati Waye” (Norte), “Ati Waro” (Sur), “Ati Cantari” (Este), “Ati Loddá” (Oeste), se manifiesta la diáspora del sistema adivinatorio de “Ifá”, que no sólo aceptó e introdujo nuevos valores en su religión, sino que, con su aportación, fue acrecentando nuevas formas de culto (africano) a tenor del impacto cultural en el Nuevo Mundo. ¿El resultado? La “Santería o Regla de Ocha”. Recordemos que en “Oché Meyí” brotan el espiritismo, la baraja, los sortilegios, la magia. ¡El genio de los artistas, los intelectuales y los hombres de ciencia!