Opinión

Juan Maglio y el ‘cabaret’ porteño de Armenonville

Juan Maglio y el ‘cabaret’ porteño de Armenonville

“Juan Maglio, es decir, ‘Pacho’, quien naciera en 1880 para fallecer en 1934, ha sido el músico popular de Buenos Aires, que retuvo, para sendos tangos, los memoriosos nombres de los dos ‘cabarets’ más rumbosos de la primera época –‘Armenonville’ y ‘Royal Pigall’– y pertenecientes a la misma empresa”, nos invita a recordar el poeta y ensayista Francisco García Jiménez en su renombrada obra ‘Así nacieron los tangos’, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980. Son, no obstante, las figuras de Roberto Firpo y Francisco Canaro las que descollaron entre los acordes de orquesta típica de esos célebres locales hace tiempo desaparecidos de la ‘reina del plata’ y del universo porteño. Sobresalía Firpo y Juan Maglio era un emocionado artista tanguero.

En la calle Corrientes al 835 –solar del que después fue ‘Ta-Ba-Ris’– el ‘Royal Pigall’, en los altos del ‘foyer’ del teatrillo homónimo de género alegre, en el tiempo en que, al iniciarse la segunda década del siglo XX, sus dueños inauguraron en la avenida Alvear –hoy avenida Libertador– y calle Tagle, frente a donde se edificó el ‘Automóvil Club’, el ‘cabaret’-restaurante ‘Armenonville’, sobre el lugar que ocupa ahora la plaza de la República de Chile, bien cerca de los terrenos que durante unos cuantos años albergarían la cancha de fútbol del club ‘River Plate’. Un ‘cabaret’ destinado para temporadas estivales bajo el nombre de un ‘pavillón’ de té del Bois de Boulogne de París, en vez de denominarlo ‘Rat Mort’ o ‘Coucou’ o bien ‘Cri-Cri’, al modo del barrio parisiense de Montmartre. Jardines, simétricas hileras de meses y el ‘chalet’ con ventanales vidriados y barbacoas trepadas por enredaderas. En la sala de la planta baja, la pista, abrazada por las mesas y con su bien lustrado ‘parquet’, aguardando por los bailarines, además de un ‘proscenio’ para las orquestas y alguna ‘varieté’.

“El ‘Armenonville’ se constituyó en dorado bastión del tango –señala el añorado García Jiménez–, y en 1913 la empresa llamó a concurso de orquestas típicas, sujetas al veredicto de su público habitual, por medio del voto. Juan Maglio se presentó al certamen encabezando un ‘cuarteto’, y aunque no le cupo en suerte ser el triunfador, hizo un airoso papel”. Su popularidad, con el apodo de ‘Pacho’, tiene su origen en la deformación que la muchachada de su barrio hizo de la palabra itálica ‘pazzo’, esto es, ‘loco’, que empleaba el padre de Juan para calificar a su hijo travieso durante los primeros años del siglo XX. Había sido discípulo del bandoneonista Domingo Santa Cruz. ‘Pacho’ iniciaba el itinerario hacia los compases binarios del sur al norte de la ciudad: desde el café de ‘El Vasco’, del barrio de Barracas, al de ‘La Paloma’, próximo al arroyo Maldonado.

Pronto se unió a los tres compañeros de aquel concurso: Pepino Bonano, en violín; Hernani Bacchi, en flauta, y Luciano Ríos, en guitarra. ‘Pacho’, con su bandoneón, imprime discos en el naciente estudio de grabación de la ‘Casa Tagini’, de Avenida de Mayo y calle Perú. Acompañado de sus músicos, animaba las fiestas de aristocráticas mansiones, incluso apadrinado por los Juárez Celman, los Madero y los López Buchardo. Juan Maglio cubrió aquella época que se clausuró hacia finales de 1920. Los bailes carnavalescos del ‘Pabellón de las Rosas’ son vecinos del ‘Armenonville’. Entre los bosques de Palermo y la vieja gruta de la Recoleta, las manos de Maglio en las botonaduras del fuelle …