Opinión

James Cook y sus exploraciones científicas en Tierra del Fuego

James Cook y sus exploraciones científicas en Tierra del Fuego

“Dos cruces del estrecho de ‘Le Maire’ (en 1769 y 1774) dejaron descubrimientos y nombres: ‘cabo del Medio’ en la ‘isla de los Estados’ e ‘isla Nueva’ al sur de la ‘isla Grande”, escribe el reconocido historiador de origen vasco Juan E. Belza en su magnífica obra Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.

Preciso es recordar que durante los siglos XVII y XVIII se fueron apagando aquellos entusiasmos de los conquistadores. Por los mares surcaban los buques de los corsarios y filibusteros, bucaneros y ‘forbantes’. He ahí cómo todos esos piratas se hallaban servilmente a las órdenes de las potencias crecientes dentro de la escenografía del mundo. Tanto España como Portugal y Alemania estaban declinando en cuanto a su esplendor, al igual que sucediera con los emporios marítimos de Génova y Venecia. Por entonces destacaban Holanda y Gran Bretaña, impulsadas por el poderío de sus construcciones navales. Asimismo, el comercio europeo exigía mejores cartas náuticas y mayor seguridad en el ámbito de la navegación. 

En tanto que aquella Francia de Luis XIV y Richelieu –‘maluines’ de Saint Maló aparte– porfiaba por ocupar un espacio en su intento, todos perseguían nuevos pasos por el sur y el norte. Relucían astrolabios y cronómetros junto con rigurosos mapas. El célebre navegante James Cook acaso fue el primer explorador británico y uno de “sus mejores hombres, por puro corazón y entendimiento”. Tuvo su cuna en Marton, Cleveland-Yorkshire el 28 de octubre de 1728 en una familia de labradores. Después de una fatigosa carrera de investigador, falleció, sin motivo aparente, a manos de un aborigen en Kealakekua, Hawai, el 14 de febrero de 1779. 

Tras haber viajado de adolescente por las costas del mar Báltico y Noruega –a bordo de un carbonero de cabotaje–, ingresó en la Real Marina en 1755. En 1763 estudió científicamente las costas de Terranova y Labrador. Cinco años después, en 1768, a petición de la Royal Society, fue seleccionado, a fin de dirigir la expedición que estudiaría desde la zona de Tahití al paso de Venús, anunciado por Haller para 1769, al mismo tiempo que llevar a término observaciones geográficas en el Pacífico Sur. Él sustituía en el cargo al insigne hidrógrafo Alejandro Dalrymple.

El 26 de agosto de 1768 –en compañía de sesudos hombres de ciencia–, zarpó su corbeta ‘Endeavour’ rumbo a Tenerife, Río de Janeiro y Tierra del Fuego, a la búsqueda de Tahití. El 11 de enero de 1769 avistó la ‘isla Grande’ a unas 20 millas del ‘estrecho de Le Maire’. Fondeó en la bahía ‘San Vicente’ y descendió a tierra. Prosiguió su viaje para anclar en ‘Buen Suceso’. Quedó bautizada la isla ‘isla Nueva’, de casi dos leguas de longitud de noroeste a suroeste y que termina al nordeste con una colina, a la cual denominaron ‘colina ostensible’, señalada por el viajero inglés: la que corresponde a la que se llama cerro ‘Orejas de Burro’.

James Cook culminó su travesía en Tahití el 11 de junio de 1769. Luego visitó Nueva Zelanda y Australia, rodeando, finalmente, el cabo de ‘Buena Esperanza’. Así acabó con el mito de la época de la ‘Terra Australis incognita’.