Opinión

Francia, Inglaterra y el ‘embajador’ Bolívar

“En aquellos años la política inglesa estaba dominada por la hostilidad contra Napoleón. Los ingleses no podían considerar a España en dicho juego sino como un peón, y como otro a las colonias españolas. La ruina de España como potencia de primer orden habría sido un azar afortunado, si Napoleón no fuera el vencedor. Pero ni siquiera por esta circunstancia podía retardarse la decadencia del mayor imperio rival, y, como es de suponer, que España bajo los Borbones no habría perdido sus colonias. Inglaterra tiene que agradecer a su enemigo Napoleón la mayor tranquilidad de que disfrutó durante el siglo XIX, y hasta su ascensión al rango de primera potencia mundial”, leemos en las páginas de la ineludible obra titulada Bolívar. El caballero de la gloria y de la libertad, editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1958, tercera edición, escrita por el historiador de raíz alemana Émil Ludwig, cuya traducción al castellano corresponde a Enrique Planchart, biografía realizada por encargo del Gobierno de Venezuela.

Francia, Inglaterra y el ‘embajador’ Bolívar

Hemos de recordar que, durante el interregno de José Bonaparte, Inglaterra solo podía conseguir algunas ventajas, de tal suerte que se vio forzada a desempeñar una función muy sutil, concordando con las diversas potencias. Como prueba, he ahí una carta del ministro de Colonias, quien por entonces escribía al gobernador de la isla de Curaçao que Inglaterra debería disuadir a las colonias de su propósito de separarse de España, mientras una parte de ella no lo deseaba. “Si España sucumbe del todo –escribió–, Inglaterra defendería a las colonias contra una España francesa. No podemos sostener a una parte de España contra otra, mientras ambas reconozcan al mismo rey y luchen contra el conquistador. Nos hallamos en una situación difícil, una negativa terminante pondría a las colonias españolas en contra nuestra, y una carencia total de dicha negativa irritaría a los españoles”.

El hecho es que Inglaterra había firmado en 1809 un tratado según el cual prometía “ayudar al destronado rey Fernando”. Al mismo tiempo, no obstante, intentaba intimidar a los españoles con los revolucionarios de Caracas y de Buenos Aires. Así, pues, bloqueada por Napoleón, Inglaterra precisaba abastecerse de mercancías por todos los lugares. Y, por ende, intensificar su comercio con América del Sur. Por todo ello, era de vital importancia que un “embajador” en Londres fuese capaz de lograr la confianza del gobierno inglés. A Bolívar se le escogió para este cargo, representando a Venezuela en Europa ­–el primer “embajador” de la América del Sur–, así como también a 15 millones de personas dispuestas a “conquistar” su libertad.

Bolívar fue seguro de la fidelidad de sus dos secretarios; López Méndez y el filósofo y poeta Bello. El primer acto político de Bolívar adquirió una forma dramática, pues, en vez de limitarse a presentarle las “credenciales” al ministro de Relaciones Exteriores y a “presentar” a sus amigos, haciendo caso omiso de las instrucciones contenidas en los documentos, pronunció delante del ministro un “patético discurso”, según el historiador Émil Ludwig. Con el más estilo español, clamaba por la independencia plena de su país, dejando al margen al “querido rey Fernando”, protegido por Inglaterra, e incluso mencionando “el yugo español”.