Opinión

La ‘encrucijada sureña’, Magallanes y Juan Sebastián Elcano

Bajo el epígrafe de “Busca Fernán de Magallanes la encrucijada sureña”, Juan E. Belza –el autor de la obra Romancero del topónimo fueguino, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, 1978– establece que “lo primero fue el estrecho”, esto es, el “atelili, áster o Kaika” autóctonos, que se llamó luego “estrecho de Magallanes”, el cual fue asimismo apodado “de Todos los Santos, de la Victoria, de los Patagones, de América o de Madre de Dios”.

La ‘encrucijada sureña’, Magallanes y Juan Sebastián Elcano

Bajo el epígrafe de “Busca Fernán de Magallanes la encrucijada sureña”, Juan E. Belza –el autor de la obra Romancero del topónimo fueguino, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, 1978– establece que “lo primero fue el estrecho”, esto es, el “atelili, áster o Kaika” autóctonos, que se llamó luego “estrecho de Magallanes”, el cual fue asimismo apodado “de Todos los Santos, de la Victoria, de los Patagones, de América o de Madre de Dios”.

A pesar de que Jaime Cook la apodara “Tierra de la Amargura”, el historiador Juan E. Belza se imagina que, debido a los valores estéticos de Tierra del Fuego, nada más ajustado que la acomodación de aquellos versos de una “serranilla” del poeta español Marqués de Santillana: “Moza tan fermosa/ non vi en la frontera”. Estoy contemplando la vista del Monte Olivia, encuadrado en el bosque ushuaiense, cerca de la capital fueguina.

“El archipiélago de la Tierra del Fuego –leemos en el retrato trazado por el “Derrotero Argentino” en su riguroso lenguaje técnico– se extiende al sur del estrecho de Magallanes y constituye la extremidad meridional del continente americano. Está formado por una isla principal denominada Grande o Tierra del Fuego propiamente dicha, de forma más o menos triangular con un vértice hacia el norte; y numerosas islas de menor extensión que se distribuyen al sur y al oeste. Al este sólo se halla la denominada isla de los Estados, separada por el estrecho de Le Maire”.

Recordemos que, al sur, se extienden las islas Nueva, Picton, Lennox, Navarino, Hoste, Gordon, Londonderry, O`Brien y Stewart; a las cuales se agregan las Wollaston y Hermite, algo aisladas. Al oeste se desprende en primer lugar la isla Dawson –separada por el canal de Whiteside–, y más allá las Islas Capitán Aracena, Clarence, Guardián Brito, Santa Inés, Jacques, Consolación y otras; todas ellas forman en conjunto una gran lengua que se prolonga muchas millas al noroeste, a partir de la península Brecknock, extremo suroeste de la isla Grande. ¡Una intrincada red de canales, senos y bahías! Henos ante este hermoso archipiélago, donde todas las islas que lo conforman son montañosas, por regla general coronadas de nieves perpetuas.

He ahí el óleo de Juan Sebastián Elcano, pintado por encargo de la Diputación de Guipúzcoa, cuya autoría corresponde al célebre artista vasco Ignacio de Zuloaga. Ya que no existía retrato alguno del insigne piloto, Zuloaga no tuvo reparo en tomar por modelo al veterinario de Zumaya, Pío Gogorza, a quien presentó con la siguiente declaración: “Así supongo que debía ser nuestro gran Sebastián Elcano”.

“Noventa siglos han pasado desde el cataclismo que transformó a la encrucijada más austral del globo”, señala Juan E. Belza. Pues, en efecto, en la proximidad de los 52º grados de latitud sur y entre el fragor de turbonadas y temblores de tierra, un día muy lejano crujieron las compuertas morénicas de la vieja depresión, plasmada por plegamientos de esquistos y efervescencias volcánicas. Entonces se entreabrió una hendedura y filtraron crestas de agua ascendente y reventaron espaldones…