Opinión

El conde de Gondomar contra Raleigh, según Fernando Bartolomé

El conde de Gondomar contra Raleigh, según Fernando Bartolomé

Gondomar versus Raleigh. El águila hispana triunfa sobre el dragón inglés es el título de la espléndida obra editada por el ‘Concello’ de Baiona, con diseño y realización de ‘Táktika Comunicación’, Vigo, 2015. Merced a la colaboración de la Diputación Provincial de Pontevedra, los textos corresponden al profesor, ensayista y escritor Fernando Bartolomé Benito (Infanzón) y las imágenes reproducidas pertenecen al Museo del Prado, NPG y varios autores. El presente volumen se enmarca dentro del IV Centenario de la primera embajada del Conde de Gondomar en Inglaterra.
“De cómo el embajador Conde de Gondomar logró la decapitación de Sir Walter Raleigh, corsario real y primer caballero de Inglaterra”, nos advierte en sus prolegómenos el aragonés Fernando Bartolomé. “Para Isabel con júbilo. Para Nico con esperanza”, leemos como homenaje a sus dedicatarios. “Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar y embajador en Inglaterra, cierra y corona el poderoso abanico de diplomáticos gallegos que sirvieron en las legaciones extranjeras durante el reinado de Felipe III”, nos recuerda su autor al comienzo del libro. Porque, en efecto, Don Diego Sarmiento alcanzó a condicionar la política exterior de una temible potencia como Inglaterra. Acerca de Don Diego Sarmiento Acuña comentó el cardenal Richeliu en 1618, cuando sólo era Secretario de Estado del joven Luis XIII, a quien el conde de Gondomar había ido a cumplimentar al finalizar su primera embajada: “¡Qué suerte para España! ¡Esa cabeza es la que mejor sabe interpretar a Europa!”.
“La valiosa embajada de Don Diego Sarmiento, a quien el duque de Lerma negó con repetida saña el condado, hasta que se convenció de que ‘estaba cortado y cosido para el cargo de embajador’, estuvo constelada de grandes movimientos en el plano diplomático (precedencias ante Francia y estricto cumplimiento de los tratados de 1604)”, escribe el profesor y narrador Fernando Bartolomé. Recordemos su presencia tanto en el Parlamento como en el Consejo Privado del rey inglés Jacobo I, en cuanto al plano político. En el religioso, no olvidemos el conflicto de Doña Luisa de Carvajal y la repatriación a Gondomar de los restos del santo inglés Tomás Maxfildeo. Y ya en el aspecto más castrense, influyendo con gravedad en la política militar de Inglaterra en el Continente, he ahí la puerta abierta para la futura “Boda Real” entre el Príncipe de Gales y la infanta María de Austria.
Aquel 29 de octubre de 1618 el hacha inexorable del verdugo descendía sobre el cuello de Sir Walter Raleigh, capitán de la Guardia Real, amante y primer caballero de la reina Isabel I Tudor. Nacido en Devon en 1552 –cuna de la designada “gran olla de piratas” o Corsair Plot–, Raleigh fue el segundón de un gentleman farmer sin fortuna y por tres veces casado. Casi anciano y hundido en su desgracia, el corsario, afrentado por un implacable juicio y perseguido hasta el cadalso por el embajador español conde de Gondomar, expiraba igual que un delincuente aquel protofundador del Imperio inglés.
A través de las páginas del libro revivimos la presencia del pirata Drake en la Ría de Vigo y la señera personalidad del inolvidable marino y descubridor pontevedrés Pedro Sarmiento de Gamboa, quien, de regreso a España, en una nave portuguesa había sido capturado por Jacob Whiddon, “un pirata de la cuadra de Raleigh”. “Hace cuatrocientos años el conde de Gondomar –recapitula Fernando Bartolomé– dictó una lección de diplomacia, honró con su talento y coraje al rey”.