Opinión

El capitán general don Martín Rodríguez en Tierra del Fuego

“Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810, proclamó el gobernador delegado de la provincia de Buenos Aires general Martín Rodríguez en el decreto del 10 de junio de 1829, se separaron estas provincias de la metrópoli, la España tenía posesión material de las islas Malvinas y de todas las demás que rodean el cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho de primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas europeas y por la adyacencia de estas islas al continente que formaba el virreinato de Buenos Aires de cuyo gobierno dependían”, leemos en el decreto del descubridor político argentino de la Tierra del Fuego, el cual no alcanzó en el momento toda la eficacia esperada, ya que los mismos que en septiembre de 1816 habían apresado en la isla de Santa María la Antigua al Almirante Brown, depredado su barco, el ‘Hércules’ y desarmado a la tripulación por haber doblado el cabo de Hornos sin licencia de la Honorable Compañía de la India Oriental, siguieron merodeando –“como lo hacen todavía”– las costas del Atlántico Sur. Episodios como los de Malvinas, de las cartas patentes de pesca –“y otras yerbas”– jalonaron la ruta de los planes de expoliación.
El capitán general don Martín Rodríguez en Tierra del Fuego

“Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810, proclamó el gobernador delegado de la provincia de Buenos Aires general Martín Rodríguez en el decreto del 10 de junio de 1829, se separaron estas provincias de la metrópoli, la España tenía posesión material de las islas Malvinas y de todas las demás que rodean el cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho de primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas europeas y por la adyacencia de estas islas al continente que formaba el virreinato de Buenos Aires de cuyo gobierno dependían”, leemos en el decreto del descubridor político argentino de la Tierra del Fuego, el cual no alcanzó en el momento toda la eficacia esperada, ya que los mismos que en septiembre de 1816 habían apresado en la isla de Santa María la Antigua al Almirante Brown, depredado su barco, el ‘Hércules’ y desarmado a la tripulación por haber doblado el cabo de Hornos sin licencia de la Honorable Compañía de la India Oriental, siguieron merodeando –“como lo hacen todavía”– las costas del Atlántico Sur. Episodios como los de Malvinas, de las cartas patentes de pesca –“y otras yerbas”– jalonaron la ruta de los planes de expoliación.

Así, pues, el capitán general don Martín Rodríguez, nacido en 1771 y fallecido en 1845, podríamos considerarlo “descubridor” de Tierra del Fuego. “Fracasaron, porque en las tierras y aguas de la Patria Nueva surgieron y lucharon Martín Rodríguez, Piedra Buena, Roca, Lasserre y otro gobernantes, jefes, pioneros y educadores, y las protegieron del latrocinio. Martín Rodríguez no tiene un topónimo fueguino que lo recuerde”, nos expresa el reconocido historiador de origen vasco Juan E. Belza en su magna obra Romancero del topónimo fueguino. Discusión histórica de su origen y fortuna, Instituto de Investigaciones Históricas, Tierra del Fuego, Argentina, 1978.

No olvidemos el final de aquel decreto: “Por esta razón, habiendo entrado el gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas provincias la antigua metrópoli y de que gozaban sus virreyes, ha seguido ejerciendo el dominio de dichas islas, sus puertos y costas, a pesar de que las circunstancias no han permitido, hasta ahora, dar a aquella parte del territorio la atención y cuidado que su importancia exige. Y creó la ‘comandancia político-militar’ de las islas Malvinas y las adyacentes al cabo de Hornos en el mar Atlántico”.

Tras el “interludio blanco y celeste de la patria nueva” –como señala, no exento de emocionada pasión, el historiador Juan E. Belza–, es insoslayable la consideración de que el cambio más grande de la historia de la Tierra del Fuego y costas patagónicas se cumplió de 1826 a 1836. Pues, en efecto, terminó con el mito de la ‘entrada de San Sebastián’ y descubrió el ‘canal de Beagle’, el ‘Onachaga’ de los ‘yamanas’ y el ‘cabo Domingo’. Exhibió gran fecundidad en las islas y canales extremosureños y bautizó a las islas ‘Navarino’, ‘Picton’ y ‘Lennox’, puerto ‘Retrato’, angostura ‘Murray’, ‘cabo Rees’, islotes ‘Woodcock’ y ‘Snipe’, bahía de ‘Moat’ y ‘Sloggett’, punta ‘Kinnaird’, puerto ‘Español’, bahía ‘Thetis’ y otros accidentes menores. Después, la historia del navío ‘La Beagle’ bajo el mando del capitán Roberto Fitz Roy.