Opinión

El ‘Camino de las Lagunas’ hacia el Lago Nahuel Huapí

“A los fundadores de la mítica ‘Ciudad de los Césares’ también se les asigna distinto origen: incas fugitivos de Almagro, náufragos de la expedición de Simón de Alcazaba, de la del obispo de Plasencia, Gutiérrez Vargas de Carvajal (1539). El grupo inicial había sido engrosado por supervivientes de las colonias ‘Nombre de Jesús’ y ‘Rey Don Felipe’ (1583), fundadas por Pedro Sarmiento de Gamboa, y fugitivos de Osorno cuando fue destruida por los indígenas en 1599”, subraya el reconocido historiador argentino Juan M. Biedma en su insoslayable y monumental obra Crónica Histórica del Lago Nahuel Huapí, ediciones Del Nuevo Extremo y Caleuche, 4ª edición actualizada, Buenos Aires, 2003.

 

El ‘Camino de las Lagunas’ hacia el Lago Nahuel Huapí

El lago Nahuel Huapí, pues, fue uno de los puntos geográficos en que se situó. En los alrededores del lago, Martín de Moussy ubica en su Atlas de 1863 una, escribe, “ciudad fabulosa de los Césares”. Con todo, podríamos plantearnos una pregunta necesaria: “¿Cuál fue el itinerario y el ‘paso’ que usó la expedición de Juan Fernández en su propósito de cruzar la Cordillera de los Andes?”. El lugar de partida de la expedición –al igual que las otras que se llevaron a cabo durante el siglo XVI para capturar esclavos en las proximidades de Nahuel Huapí– fue la plaza fuerte de Calbuco.

Su fundación responde al nombre de “San Miguel de Calbuco” en 1602, asignado por Francisco de Hernández, siendo gobernador Alonso de Rivera, en la parte continental de la provincia de Chiloé, en tierra firme, a la entrada del estero de Huito. Incendiada en dos ocasiones por los indígenas, se la trasladó entonces a la isla de Caicayen ­–hoy, isla Calbuco–, donde subsistió hasta el presente. Más adelante, Juan Fernández y sus compañeros de expedición alcanzaron con las piraguas la boca de Purailla –escrita en el texto “Turailla”, por error–, el actual estero de Reloncaví. “Se lo llamó así –señala el respetado historiador Juan M. Biedma– por la entrada o acceso a la zona de Purailla, nombre con el cual también se conocieron los lagos de ‘Todos los Santos’ y ‘Llanquihue’, y que significa ‘ocho comunidades’, por las parcialidades que en este número poblaban sus riberas”.

Por tierra llegaron, así pues, a la laguna Guechocabí o Quechocaví, esto es, “cinco agrupaciones o parajes habitados”, nombre que asimismo recibió el lago de Todos los Santos. Remontado el río Peulla, la única vía posible era el camino que ulteriormente emplearon los misioneros, el cual fue reconocido bajo el nombre de “Camino de las Lagunas”, que utilizaba como “paso” cordillerano la cuesta de los Raulíes y, en último término, el lago Nahuel Huapí.

Ahora bien, la “relación” que nos entrega Juan Fernández nos proporciona un curioso detalle y nos ilustra acerca de cómo se realizaban los viajes lacustres en aquellos lejanísimos tiempos. El capitán español nos revela que, al llegar a los lagos de ‘Todos los Santos’ y ‘Nahuel Huapí’, “cosieron” las piraguas. Resaltemos que, cuando los españoles alcanzaron Chiloé, adoptaron las piraguas de los indígenas lugareños –denominadas “dalcas”–­, porque las hallaron más marineras que sus navíos para la navegación en las turbulentas aguas de los canales del archipiélago