Opinión

El bosque de ‘Os Ancares’, fauna y flora

Siguiendo la senda de ‘Os Ancares’ lucenses, ¿cómo no va a ser el otoño la estación singularmente espléndida para esta indescriptible sierra de Galicia? He ahí sus masas boscosas en feliz compañía de tonos ocres y rojizos, marrones y suaves verdes que nos convidan a una inefable melancolía o etérea ‘saudade’ galaico-portuguesa. ¿El invierno? La estación que nos entrega la visión más áspera, más bravía, cuando el ‘montañero’ goza del esfuerzo deportivo y su fatiga. También de los instantes amistosos de una distendida conversación junto con los pacíficos habitantes de esta hermosa tierra de la Europa de Occidente.
El bosque de ‘Os Ancares’, fauna y flora

¡Ah, los árboles…! Cada uno de ellos nos brinda una ‘geórgica’ estampa nacida de una luz, casi caprichosa, que todo lo envuelve, así como de sus hojas verdes, rojas o, si ha nevado, blancas. Estas montañas que contemplo y que me observan presumen de las casas de origen prerromano: ovaladas o circulares, con techo de paja, que se denominan ‘pallozas’.

Nos hallamos en la localidad de Piornedo. ¿Cómo no imaginarnos la vida de los antiguos pobladores ‘castreños’ de prosapia celta? Muy sencilla es su distribución interior. Mínimas divisiones en las cuales conviven personas y animales. Viviendas que sin duda son el fruto de condiciones muy extremas tanto climáticas como topográficas. Penetramos en ellas. He aquí dormitorios rudimentarios y ancestrales utensilios de labranza. Asimismo, arados y carros de ‘bois’, zuecos con raquetas de madera que empleaban para avanzar a través de la nieve. ¡Ah! Y también ‘trampas’ para toda especie de animales. Y en torno del fogón, ‘potes’ de barro y metal.

Sobresalen igualmente otros núcleos de población que nos muestran sus ‘pallozas’. Tales como Vilarelle, por la vertiente lucense. Y Balouta o Campo del Agua, en León. ¿El bosque? Llega a alcanzar los 1.500 metros de altura, constituido por dos clases de roble. El ‘Quercus pineraico’ –‘o cerquiño’–, y en las zonas más húmedas, el ‘Quercus roser’, conocido como ‘carballo’ en lengua gallega. Resaltemos que en Piornedo se encontraba un ‘cerquiño’ de 1.000 años de antigüedad y 4 metros de diámetro.

Por aquí y por allá, viven los tejos y avellanos, fresnos y acebos. Estos, de gran significado, porque, durante el invierno, es el único árbol de hoja perenne que ofrece refugio y, a la vez, sirve de alimento a un sinnúmero de animales. ¿Quién puede ignorar la fama que ostenta el bosque de acebos próximo a ‘Tres Bispos’? En él –en absoluto silencio– es posible oír, y con un poco de suerte, los postreros urogallos –el ‘gallo salvaje’– que determinan otro de los habitantes característicos de esta sublime y admirada sierra gallega.

¿Los brezales? Ocupan casi un 50% de su superficie: fruto de una ‘degradación’ de bosques primitivos. Una fauna tan rica como variada puebla estos ‘riscos’ y ‘picos’. He ahí el azor y el gavilán, la marta y el lobo, el jabalí y el rebeco, el ciervo o el zorro. Tomemos una ruta de ‘senderismo’: ‘Puerto Ancares’ (1.669 metros) y ‘Pico Miravalles’ (1.966 metros): en torno a 1 hora y 35 minutos de duración.