Opinión

Triste Mediterráneo

Lejos de cualquier imagen idílica, el Mediterráneo se está convirtiendo en un convulso foco de inestabilidad, en gran medida originado por las revueltas políticas en el Norte de África y Oriente Próximo, la masiva inmigración ilegal y escenarios aún no completamente estabilizados, como Kosovo y los Balcanes.
Lejos de cualquier imagen idílica, el Mediterráneo se está convirtiendo en un convulso foco de inestabilidad, en gran medida originado por las revueltas políticas en el Norte de África y Oriente Próximo, la masiva inmigración ilegal y escenarios aún no completamente estabilizados, como Kosovo y los Balcanes.
Mientras la guerra en Libia sigue intentando definir los polos de poder y posibles nuevos actores políticos, incluso bajo el ofrecimiento del coronel Gadafi de reformas políticas y posibles elecciones, la rebelión alcanzó Siria, férreamente gobernada desde 1963 por el partido árabe socialista Ba´ath y la dinastía política al Assad. La posibilidad de que Damasco siga el mismo ejemplo que Túnez, Egipto y Libia agrega mayor inquietud sobre la estabilidad mediterránea.
Por su parte, en Kosovo, la crisis política manifestada desde hace meses se intensificó a comienzos de abril, con la renuncia presidencial de Behgiet Pacolli, el principal empresario del país y líder del partido Nueva Alianza de Kosovo (AAK). Pacolli fue designado a finales de abril en el cargo presidencial por parte del Parlamento kosovar, pero los partidos de oposición boicotearon esta decisión, acusando a Pacolli de nexos con las mafias y el crimen organizado, a todas vistas los principales factores de poder de esta región cuya independencia unilateral en 2008 está provocando fuertes polémicas de reconocimiento internacional.
A comienzos de 2011, y paralelamente con los acontecimientos en Túnez que llevaron a la caída del autócrata presidente Ben Alí, tanto Kosovo como la vecina Albania presentaron violentas manifestaciones contra sus respectivos gobiernos, principalmente ante el alza de los precios de alimentos.
El espectro de una inestabilidad balcánica, ahora no exactamente explicada por las rivalidades étnicas y religiosas que llevaron a las guerras de la década de 1990 y la desintegración de la ex Yugoslavia sino por la frustración social ante sus respectivos gobiernos, es un escenario que Europa debe volver a tomar en cuenta, más ahora cuando la crisis y recesión económica paraliza la creación de empleo y trastoca los cimientos del Estado social de bienestar.
Mientras, la isla siciliana de Lampedusa recibe casi a diario a cientos de magrebíes que huyen de la inestabilidad en Túnez, Egipto y Libia, rebasando incluso la capacidad de reacción de las autoridades italianas. Resulta así inquietante el actual escenario mediterráneo, que altera la solidez de la estrategia mediterránea europea expuesta a partir de 1995, con la Declaración de Barcelona. La crisis de 2011 puede manifestar un punto de inflexión con consecuencias inciertas.