Opinión

Toros y focas

Esto no es una censura a los toros, que me parecen una barbaridad torearlos en plaza y algo incluso peor correrlos en encierros amparados por la tribu, pero no moveré un dedo para prohibirlos. Tampoco es este artículo una defensa de la caza de focas, que me parece un hábito socioeconómico de un hábitat muy específico que tiene la misma categoría que la matanza del cerdo en Galicia o la de un gallo o un conejo en cualquier corral del planeta.
Esto no es una censura a los toros, que me parecen una barbaridad torearlos en plaza y algo incluso peor correrlos en encierros amparados por la tribu, pero no moveré un dedo para prohibirlos. Tampoco es este artículo una defensa de la caza de focas, que me parece un hábito socioeconómico de un hábitat muy específico que tiene la misma categoría que la matanza del cerdo en Galicia o la de un gallo o un conejo en cualquier corral del planeta. Esto es una crítica a la demagogia, por no decir perversidad editorial, con la que a diario nos machacan los medios de comunicación. El grupo de comunicación más importante de España (hace como hacen todos, pero este presume –nunca sabré por qué– de poseer cierta superioridad moral sobre el resto de competidores) volvió recientemente a llamar a las conciencias de sus lectores contra la matanza de focas en Canadá. Son ataques como cuestiones de Estado, que llaman a zafarrancho de combate estético y a prioridad total. Este mismo medio de comunicación que usa como quiere la palabra ecología y otras tantas es el mismo que lleva a portada las faenas de un torero que ha cobrado renombre porque sale sangrando como otro toro cuando se echa al circo. Es el mismo medio que lleva semanas jactándose de ser el que mejor retransmite por su canal de TV los encierros de las fiestas de San Fermín, lo que para ellos es uno de los acontecimientos más instructivos del momento. Está todo dicho, pues.