Opinión

Entre soretes anda el juego

La barra se prepara para el invierno. En la esquina está empezando a enfríar un poco. Dentro de un mes la tertulia será en el ‘Rover’ morfando unas buenas raciones de pizza con fainá y mirando si el ‘155’ cumple los horarios. Después de las elecciones gayegas habrá que hablar de las europeas para luego meterse de lleno con las presidenciales uruguayas. Los muchachos andan un poco calientes con el tema del voto exterior.
Entre soretes anda el juego
La barra se prepara para el invierno. En la esquina está empezando a enfríar un poco. Dentro de un mes la tertulia será en el ‘Rover’ morfando unas buenas raciones de pizza con fainá y mirando si el ‘155’ cumple los horarios. Después de las elecciones gayegas habrá que hablar de las europeas para luego meterse de lleno con las presidenciales uruguayas. Los muchachos andan un poco calientes con el tema del voto exterior. Escucharon voces de diputados y senadores que no quieren que participen los ciudadanos en el exterior.
–Me parece que los blancos y los colorados son flor de soretes. Ahora resulta que no quieren permitir el voto de los uruguayos que viven fuera del país. Tienen el mismo derecho que nosotros, digo yo, de elegir al presidente y a sus representantes. Se fueron buscando un porvenir. No se fueron de vacaciones. En vez de penalizarlos habrá que facilitarles su unión con el paísito mediante su participación en la vida democrática.
–Tenés razón, Toto. Es la confirmación de que los dos partidos tradicionales perdieron el norte si es que alguna vez lo tuvieron. Opino que estuvieron siempre cagándonos al estar firmemente convencidos de que gobernaban un pueblo de giles. La verdad es que les funcionó durante más de 100 años. Nada de propuestas, nada de reflexión. Los viejos políticos tradicionales eran unos sinvergüenzas mentirosos que se dedicaban a babosear mentiras en la campaña electoral y a invitar con unos chorizos delante del club. Usted, don José, que conoce bien el asunto del voto exterior de los gayegos que viven acá nos podrá alumbrar un poco porque la cosa viene brava.
–Bueno, muchachos. El tema se las trae. Hay que afinar el lápiz y la puntería porque hablamos de derechos. La verdad es que no me sorprende que la alianza antipatria sea bicolor porque ambos coinciden en ser responsables del deterioro de nuestro querido Uruguay. Creo que se están pasando un poco. ¿Será por no resignarse a que se acabó la papita rica? Si fuesen gente con ideales apoyarían sin reticencias que todos los ciudadanos habilitados puedan votar en las elecciones nacionales. Lo que habilita el voto es ser ciudadano porque seguimos siendo de la tierra de Artigas aún viviendo en Australia. No cabe en la cabeza que blancos y colorados se unan para impedir que nuestros hermanos en el exterior no puedan votar.
–Usted, don José, puede ilustrarnos sobre el tema porque tiene amigos en el exterior que le habrán comentado sobre el particular. Acá lo que se comenta es que los blancos y los colorados hicieron encuestas en el exterior sobre la intención de voto. Al parecer hay mayoría de votantes del Frente Amplio. Sería algo así: 70% para el Frente; 20% para los blancos y 10% para los colorados. Entonces se unen para que no haya una reforma de la legislación que los perjudicaría.
–Puede ser, queridos botijas, que hayan hecho sus cálculos. Puede ser también que fuera no los vote casi nadie pero la base del razonamiento no debe salir de ningún sondeo o expectativa electoral. Estamos hablando de hermanos nuestros que bastante jodidos están por la distancia. Son uruguayos, tienen la credencial ¿es cierto? entonces tienen el derecho igual que nosotros que no nos movimos de la esquina de Propios y San Martín.
–Está claro que lo único que les importa a los cara-cagada blanco-colorados es volver al chupe y al afane. Si hay que promulgar un decreto que establezca que pasados tres años de residencia fuera dejo de ser uruguayo... se hace y chau. Usted nos contó muchas historias sobre el voto de los gayegos y se enojó cuando nos contrataron para recoger los sobres por las casas. Hay una buena diferencia a su favor: los gayegos de acá votan por correo a quien quieran y los uruguayos de allá no. No me parece justo.
–Ta... de acuerdo. Me perdí un poco. Es normal que los partidos políticos perdedores intenten recuperar el poder. Es una aspiración legítima pero los nuestros lo quieren hacer sin autocrítica. Los beninunes son los que votan al Frente y más que beninunes si apoyan al Pepe Mujica. Así van de mal en peor. Si vuelven no van a reformar ninguna lei sobre el voto exterior. Lo suyo es la coima. Le soltarán unos mangos a los directivos de los centros uruguayos para sumar voluntades. ¿Saben una cosa que harían para ganar votos? Anunciarían a los cuatro vientos una subvención de los billetes aéreos para que los emigrantes pudiesen venirse a pasarse las navidades en familia.
–Hoy, don José, lo vemos un poco disperso. No nos concretó su opinión sobre el voto por correo o en los consulados o electrónico.
–Tienen razón. Ando con la cabeza en otra parte. Me estoy acordando del discurso del Pepe cuando dijo que “al final las cosas grandes de la vida son las más pequeñas, las cotidianas, donde la gente demuestra lo que es”. Esto viene a cuento porque los éxitos del gayego Tabaré Vázquez son eso precisamente: pequeños pasos que mejoraron la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Bueno y ahora volviendo al voto exterior se me ocurre pensar en los legisladores de sangre gayega que se oponen al voto de nuestros emigrantes. Así por arriba, de memoria, pienso en gente como el senador Trobo [nombre que reciben en Galicia los recipientes de madera o de corcho donde viven las abejas] o los diputados Alonso, Barreiro, Casas y Lorenzo. Todos ellos tienen ancestros galaicos [alguno tendrá que modificar el apellido como por ejemplo el Casas que es realmente un Casás] pero se olvidaron. Son unos desagradecidos que tienen la desfachatez de negarle a sus compatriotas un legado que a ellos les vino de sus abuelos. Menos mal que no tendrán la oportunidad –eso espero– de ofender la memoria de quien les entregó toda su generosidad al buscar un lugarcito en el fogoncito de la vereda rioplatense.