Opinión

El segundo adiós de Castelao

Castelao Bragaña se va. El diputado de la emigración abandona su escaño en el Parlamento gallego después de una legislatura con más emociones que resultados, y regresa a su querida Argentina, el país que a fuerza de “estudiar y trabajar” le ha colmado de oportunidades, que acabaría desarrollando en favor de los emigrantes y, más concretamente, de los gallegos.Castelao se va de Galicia y lo hace por segunda vez.
El segundo adiós de Castelao
Castelao Bragaña se va. El diputado de la emigración abandona su escaño en el Parlamento gallego después de una legislatura con más emociones que resultados, y regresa a su querida Argentina, el país que a fuerza de “estudiar y trabajar” le ha colmado de oportunidades, que acabaría desarrollando en favor de los emigrantes y, más concretamente, de los gallegos.
Castelao se va de Galicia y lo hace por segunda vez. Ahora, después de haber ocupado un sillón en el Pazo do Hórreo y tras una larga trayectoria como abogado. Todo lo ha conseguido con dedicación y esmero, pero también con suerte –“En la vida se necesita suerte”–. Sin embargo, se esfuerza por mostrarse humilde y habla de sí como si no pintara nada; habla como si no acabara de creerse que aquel joven emigrante que partió de Galicia con lo puesto logró superar con creces las escasas expectativas que le hubiese deparado el destino de no haberse sumado a la corriente del momento para salir en busca de nuevas oportunidades. Y las ha superado con creces porque Castelao es listo como el hambre; le gusta ser coherente y lo demuestra una y otra vez al exponer argumentos y contrapartidas para la defensa de una causa.
Hace gala de su condición de emigrante, porque ser gallego en Argentina era sinónimo de “trabajo y honradez”. Por eso, Castelao no se va de Galicia como quien reniega; se va con lágrimas en los ojos; lágrimas de emoción por haber podido dedicar su esfuerzo y conocimientos a defender los derechos de aquellos que, como él, se vieron en la obligación de abandonar su casa con una triste maleta como único objeto al que asirse.
Este gallego de Valga (Pontevedra) nunca se planteó llegar a diputado –“Si me lo hubiera planteado no hubiera llegado, porque no me lo hubieran permitido”–, pero lo cierto es que los acontecimientos lo fueron llevando y él se dejó llevar. Y se dejó llevar, en esta última etapa, de la mano de Manuel Fraga, quien hace cuatro años le pidió que formara parte de la lista que él encabezaría por A Coruña. Su admiración por el hoy senador es tan grande que para ponerla a prueba le hubiera gustado que le pidiera hacer algo que no fuera de su agrado. Pero “todo lo que me ha pedido hasta la fecha, lo he querido hacer”, asegura.
No se considera un profesional de la política, pero, ahora que se va, confiesa que le gusta, y al mismo nivel que la política, los políticos: sus compañeros de partido y también los contrarios, porque “en la política también se pueden encontrar buenas personas”. Por eso, Castelao se va, pero se quedaría por volver a experimentar la emoción del regalo que le brinda un compañero al que la política le colocó como adversario: una edición de ‘El Quijote’ ilustrada que guarda con más cariño y esmero en su corazón que en el interior del armario del que lo saca para mostrarlo. Se va, pero se quedaría para revivir ese momento en el que una diputada socialista se le acerca a “la banca” –como él llama al escaño– para interesarse por su estado de ánimo después de que un diputado un tanto despistado lo incluyera en el mismo ‘saco’ en el que, se dice, vienen los votos falsos. Se va, pero se quedaría para recibir una vez más el abrazo de don Manuel, y para volver a presenciar cómo mudan en calidez aquellos rostros del partido que lo recibieron con “miradas frías”, porque, curiosamente, “esos rostros son los que hoy me brindan más afecto, y esa es la mayor riqueza que me llevo”. De aquellos que no se han mostrado próximos, prefiere pensar que, a lo mejor, “no supe ganarme su afecto”, porque él es de los que prefieren hacer autocrítica antes que ensañarse con el otro.
Castelao se va tras una legislatura con más emociones que resultados, y esto porque pese a los esfuerzos de los tres partidos con representación parlamentaria para que el voto en urna fuese una realidad en los comicios gallegos, no podrá ver cumplido su sueño en la cita electoral del 1 de marzo. Pese a todo, se va dejando a sus espaldas una “deuda de gratitud” con los parlamentarios que, asegura, “no pagaré nunca”. “Muchos no se han dado cuenta, pero me brindaron su afecto, respeto y amistad sin percibir aquello por lo que uno pueda estar tan agradecido”.
Para el pueblo gallego también tiene palabras de agradecimiento, porque “muchos volcaron en mí ese afecto y reconocimiento hacia sus familiares” en el exterior. “Yo resulté beneficioso de algo que no merecía, me tenía como protagonista ocasional, porque ese afecto y reconocimiento no eran para mí; eran para ellos, y yo actué como intermediario para recibirlos”, dice, con la emoción reflejada en el rostro.