Opinión

Ronald Wright, las máquinas de escribir, el progreso

Durante la década de 1960 se fabricaron novedosos plásticos que tenían como signo característico el de no quebrarse. Primeramente fueron aplicados a las máquinas de escribir eléctricas, las cuales habrían de tener supremacía sobre todo durante la década de los ‘70 del pasado siglo.
Ronald Wright, las máquinas de escribir, el progreso
Durante la década de 1960 se fabricaron novedosos plásticos que tenían como signo característico el de no quebrarse. Primeramente fueron aplicados a las máquinas de escribir eléctricas, las cuales habrían de tener supremacía sobre todo durante la década de los ‘70 del pasado siglo. Conviene recordar que ya en 1965 algunos fabricantes habían equipado las máquinas de escribir eléctricas con una cinta de dos colores, además de una cinta de carbón, de suerte que los mecanógrafos pudiesen cambiar de una a la otra. Once años después, en 1976, Steven Wozniak logró diseñar aquello que habría de ser el “primer ordenador Apple”: el que Steve Jobs –fallecido en fechas muy recientes– desarrollará y comercializará como producto. Jobs lo había hecho bajo la inspiración del diseño de las máquinas de escribir de la época, con carcasa de plástico y gráficos en color.
“La evolución fue tan rápida, que incluso en la secuencia de créditos de la película Se ha escrito un crimen (Murder, She Wrote) la sagaz señorita Fletcher cambiará su inseparable máquina de escribir por distintos ordenadores personales”, señalan David Barro y Alfredo Sirvent en su irreprochable análisis de La historia escrita a máquina, monografía publicada en el libro Typewritter –editado por la ‘Consellería de Cultura’ de la ‘Xunta de Galicia’– a fin de ilustrar a los visitantes de la Exposición que tuvo lugar en la reconocida ‘Cidade da Cultura’ de Santiago de Compostela.
En la actualidad sabemos que ya no es preciso poseer un despacho, pues es posible trabajar sentados desde el banco de un aeropuerto, desde un vagón de tren, dentro de un taxi o ante la mesa de un restorán. Un texto asimismo puede ser reescrito y corregido sin malgastar ni siquiera una hoja de papel. Porque, en efecto, el universo mundo ha reducido sus distancias geográficas al igual que los volúmenes. Y también ha pasado “a ser portátil”, si bien la huella dejada por el teclado ‘QWERTY’ aún ejerce hoy la soberanía en el ámbito de ‘MAC’ y ‘PC’. ¡Aquel ‘slogan’ de la firma Remington para sus primeras máquinas se ha tornado definitivamente sobre sí mismo: To Save Time is to Lengthen Life (Ahorrar tiempo es alargar la vida)!
Ronald Wright –en su obra Breve historia del progreso– escribe que no pocas de las civilizaciones desaparecerán víctimas de sus propios éxitos y que sus ruinas serán lo mismo que “pecios de los naufragios” que han de revelarnos las cotas del progreso conseguido. ¿Quién sería capaz de afirmar que la máquina de escribir –para muchos vestigio arqueológico– no se convierta en heraldo de una “deriva” de connotaciones “kafkianas”? El visitante pudo apreciarlo en la instalación que, “ex profeso”, dispuso el artista Jorge Perianes para esta singular Exposición industrial y cultural, partiendo de una situación real que se nos manifiesta en el momento presente como “único reducto de supervivencia de las máquinas de escribir”: “Mientras haya cárceles, habrá máquinas de escribir”. Imagen de índole surrealista. Un postrer destino metafórico. Célebre es la expresión de Lautréamont, en alguna medida “emblema” del “surréalisme” francés: “Tan hermoso como el encuentro casual de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de quirófano. He ahí la celda y la máquina como asociación última. Casi una tumba, mas también un archivo como refugio. Y en la resonante compañía de un indeclinable “traqueteo” de melancolía.