Opinión

Repartirse el mundo

En 1492, portugueses y castellanos se repartieron el mundo con el ‘Tratado de Tordesillas’. La idea es simple, de aquí para allá todo es mío, de allá para acullá es todo tuyo.
En 1492, portugueses y castellanos se repartieron el mundo con el ‘Tratado de Tordesillas’. La idea es simple, de aquí para allá todo es mío, de allá para acullá es todo tuyo. Es fácil tal como podemos ver, pero ¿puede alguien repartirse lo que no es suyo? No, y eso españoles y portugueses lo solucionaron rápido: los sitios a los que llegaban, en América, estaban habitados por seres que no eran gente, es decir, personas jurídicas, cristianos bautizados, por lo tanto no tenían derechos (aunque los cargaron de obligaciones) y tampoco podían ser propietarios a pesar de ser suyas las tierras que pisaban.
500 años más tarde, europeos y estadounidenses deciden quien sí y quien no va a recibir 600.000 dólares en forma de misil ‘Tomahawk’, precio unitario de cada una de esos ‘regalos del cielo’. En nombre de la ‘civilización’ que ellos llaman “democracia occidental” se reparten territorios y materias primas que no son suyos. Hoy el bautismo cristiano está sustituido por la confirmación ‘democrática’ (o dictatorial) europeo-estadounidense. Ésta no es perpetua y hay que ir salvando pruebas para no ser eliminado de la lista de los ‘obedientes’.
Libia no pasó la prueba. Los oponentes a Muamar al Gadafi, que poco tienen de demócratas y nadie sabe de dónde salieron, ya recibieron la bendición y los dólares para comprar las armas. Todo muy sibilino y disimulado, en nombre de la ‘democracia’ y la ‘libertad’, que de eso saben mucho estadounidenses y europeos, tanto, que llevan 500 años dando lecciones al mundo.