Opinión

El próximo presidente uruguayo

Los muchachos están dándole vueltas a la taba. Dicen que cae siempre del mismo lado, es decir, del lado de los ricos. Resulta que los bancos dejan de ganar guita y hay que salir corriendo a ayudarlos. Están esperando que venga don José Gervasio para que les recuerde viejas historias de bancos nacionales que se fueron a la mierda.
El próximo presidente uruguayo
Los muchachos están dándole vueltas a la taba. Dicen que cae siempre del mismo lado, es decir, del lado de los ricos. Resulta que los bancos dejan de ganar guita y hay que salir corriendo a ayudarlos. Están esperando que venga don José Gervasio para que les recuerde viejas historias de bancos nacionales que se fueron a la mierda.
–A ver don José…queremos escucharle la justa sobre la joda de que se funden los bancos y los gobiernos salen a bancarlos –nunca mejor dicho– con la guita de todos. Usted se acordará del Banco Trasatlántico porque nosotros lo único que recordamos era a los viejos putear contra unos chorros de apellido Peirano.
–Bien, botijas. No saben lo que me desagrada recordarles a unos jóvenes de buen corazón que ahora mismo ustedes están siendo cagados por los descendientes de aquellos malandras.
–Nosotros recordamos que nos gustaban mucho las alcancías. Recordará que eran un ómnibus, azul y gris, con el que se podía jugar a los autitos. Parece una propaganda muy bien pensada.
–Claro que me acuerdo… estoy viendo a los gurises que delante de la sucursal de Propios y San Martín jugaban en la vereda con la alcancía mientras sus viejos hacían los trámites. Aquella propaganda pretendía popularizar la puesta en marcha de oficinas móviles que iban por los pueblos del interior recogiendo dinero.
–Eran unos genios los del Trasatlántico. Si tus viejos abrían una cuenta a vos te daban un autito para jugar. Si un amigo tenía el autito vos le rompías un poco para que fuesen al banco y así hacer que eran dos ómnibus de CUTCSA que bajaban desde el Cerrito de la Victoria. Uno era el ‘155’ y el otro el ‘156’.
–Coincido con ustedes muchachos en que la cosa estaba bien pensada pero no eran genios. Eran delicuentes con cobarta. Si hasta parecía que te hacían un favor. El banco venía a tu casa para evitarte desplazamientos. Claro que en el Uruguay nada es lo que parece entonces cuando nos avivamos ya es tarde. La utilización de un ómnibus buscaba depósitos en zonas alejadas de la capital para rajarse con la guita.
–Puede ser don José que la depreciación de la moneda los perjudicase porque no se puede ser tan sorete de vaciar y dejar a cientos de familias tiradas en la calle.
–No…no fue eso lo que pasó. Acá por desgracia tenemos pocos empresarios que laburan con fe en el país. Creo que se cuentan con los dedos de una mano: dos gayegos, un tano, un libanés y un judío. Los Peirano y otros más no perdieron nunca un mango. Siempre haciendo caja a lo grande y eso no es un empresario normal. La vida social y laboral tiene altibajos si es desarrollada con honradez.
–Bueno…puede haber algunas excepciones de empresarios que le va mal.
–No, la verdad que no hay excepciones porque el sistema es perverso. A los bancos nunca les va mal. Los que tienen problemas, empresarios chicos o medianos, el carpintero de la esquina le va mal porque sube mucho la madera que es de importación y se joden y tiene que bajar la persiana. Los llamados bancos en crisis son el resultado de la indisoluble unión entre malandras de la misma condición. Quiero decir que los políticos que gobiernan se llevan un cacho muy gordo de la pizza.
–Entonces estaremos siempre jodidos porque el pueblo vota a los corruptos que le comen el mate con falsas promesas.
–También hay algunas excepciones de gobiernos honrados y de pueblos que se avivan. Miremos para Bolivia, por ejemplo. Nosotros tenemos la posibilidad de llevar a la presidencia al gran Pepe Mujica que no va a permitir que ningún coimero ocupe cargo de responsabilidad en el Banco Central o en el Ministerio de Economía. Yo confío en la buena gente de la Banda Oriental que está llena de aguantar al numeroso grupo de los jodedores que se colocan debajo de las banderas de los partidos tradicionales para ver si les cae un pesito del cielo.